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21/11/2025 Clarin.com - Nota
Dos episodios del deporte mundial en el Chile de los años de Augusto Pinochet Luis Vinker Pese a los intentos de aislar al país de grandes eventos deportivos bajo la dictadura, se vivieron momentos memorables del fútbol y el tenis. El simbólico Estadio Nacional, escenario del costado más oscuro del régimen pinochetista. El ex dictador de Chile, Augusto Pinochet. Foto: REUTERS Intentar aislar al deporte de la realidad internacional es complicado y, muchas veces, insensato. Ayer y hoy. Temas como la agresión ordenada por Putin sobre Ucrania, por ejemplo, tienen su repercusión en los escenarios deportivos: Rusia está marginada de las competencias olímpicas y de los campeonatos internacionales en casi todos los deportes (fútbol, inclusive). Hace pocos días, Indonesia quedó en el centro de otra tormenta al prohibir el ingreso de los deportistas de Israel al Campeonato Mundial de Gimnasia y automáticamente su candidatura a los Juegos Olímpicos del 2036 fue vetada por el COI. Medio siglo atrás, el deporte se movía al compás de la guerra fría . Pero dos países estaban en la mira. Sudáfrica, por su régimen del apartheid, no podía participar en el movimiento olímpico y sus juegos de rugby provocaron el boicot de casi todos los países africanos a los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976. El otro país que estuvo en la mira fue Chile, tras el golpe de Pinochet que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Y dos sucesos marcaron aquella época: la eliminatoria por el Mundial de Fútbol-Alemania 74 en la que la Selección trasandina enfrentaba a la Unión Soviética y la final de la Copa Davis de 1976 ante Italia, la única vez en la que un equipo chileno estuvo tan cerca de conquistar la famosa ensaladera de plata. Apenas se produjo el golpe pinochetista, se suspendió el Campeonato Sudamericano de Atletismo en el Estadio Nacional. Recién se realizaría en abril del año siguiente, en el mismo escenario. Chile también se quedó sin la organización de los Juegos Panamericanos que tenía asignado para 1975 y que se trasladó a México. Los Mundiales de Fútbol estaban reservados a 16 equipos. Brasil como defensor del título logrado en 1970, Argentina y Uruguay consiguieron su clasificación para Alemania 74, y Chile, que había superado a Perú en su eliminatoria sudamericana, debía jugar un repechaje con la Unión Soviética para aspirar a la otra plaza. Detenidos chilenos tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet, en el Estadio Nacional de Santiago, en septiembre de 1973. Foto: AP El partido contra la Unión Soviética en 1973 Cuando se programó el repechaje -con ida en Moscú y revancha en Santiago- podía interpretarse como el encuentro de dos países socialistas, amigos, pero todo se transformó a partir del golpe. Los directivos del fútbol chileno consiguieron a último momento la autorización de la dictadura, principalmente por la gestión de Gustavo Leigh, el jefe de la aviación, y viajaron a Moscú para enfrentar a la URSS el 26 de septiembre de 1973. Los soviéticos eran favoritos, contaban con un fuerte equipo, subcampeón de Europa y con una estrella como el ucraniano Oleg Blojin, que sería premiado con el Balón de Oro en el 75. En la memoria del fútbol chileno –que recién disfrutaría de una seguidilla de éxitos hace una década con la Copa América- aquel partido en Moscú quedaría como “el mejor de la historia”: le sacaron un empate sin goles a los soviéticos, después de una táctica ultradefensiva dispuesta por el entrenador Luis Alamos, colocando seis hombres en su última línea y anulando a Blojin a puras patadas ante la tolerancia del árbitro Armando Marques, brasileño. Alamos había sido convocado poco antes como entrenador chileno en reemplazo del alemán Rudi Gutendorf, que venía de Perú: los dirigentes echaron a éste por excéntrico, por bajas actuaciones en los amistosos previos y porque su esposa, una rubia deslumbrante, tomaba sol en topless a la vista de jugadores… Para los partidos con la URSS, Chile convocó a dos de los mejores futbolistas de su historia, el defensa central Elías Figueroa (del Inter de Porto Alegre) –por el que le pagaron un seguro de 7.000 dólares al club brasileño- y el delantero Carlos Caszely (Levante, de España). Este era un hombre con ideas y militancia en la izquierda, simpatizante de Allende y la Unidad Popular, pese a lo cual la dictadura lo dejó. La revista Estadio volvió a editarse tras un mes de pausa y celebró aquel empate: “Ahora sí se puede hablar de que esa Selección de Chile está a la altura de los mejores del continente y que puede mirar cara a cara a la que obtuvo el tercer puesto en el Mundial del 62” No quedó ningún registro fílmico del partido en Moscú. Recién en el 2000, un documental de la televisión estatal de Rusia, presentado por Oleg Shklovsky, reveló que desde el Kremlin ordenaron no transmitir el partido . “Enver Mamedov, vicepresidente de la Radio y Televisión en la Unión Soviética, me llamó para decirme que el partido no se transmitiría por orden del Kremlin. Y yo no podía insistir en sentido contrario. No me sorprendió, porque para la época era una llamada normal, había cosas que no se transmitían por orden oficial”, admitió Viktor Ivonin, presidente del Comité de Deportes. Si aquel episodio se recuerda como “El partido de los valientes” –como tituló su libro el periodista chileno Axel Pickett- la revancha en Santiago permanece hasta nuestros días como “el partido fantasma” o “el partido del absurdo”, según lo denominó Caszelly. La revancha debía jugarse el 21 de noviembre. Los soviéticos hicieron una gira previa por Latinoamérica pero no aparecieron nunca por Santiago: por orden del Soviet Supremo se negaron a jugar en el Estadio Nacional que, desde el mismo día del golpe, funcionó como un campo de concentración. Se estima que más de 25 mil chilenos fueron desaparecidos, muertos o torturados por los esbirros pinochetistas. Claro que desde dos semanas antes del partido, intentaron ofrecer otro panorama del Estadio y una sensación de “normalidad”. Ante los reclamos de la URSS, que pedía un traslado de la sede (inclusive a Buenos Aires), la FIFA envió a su secretario, Helmut Kaeser. Este informó: “La situación en Santiago de Chile es normal. He recorrido sus calles, visité el Estadio Nacional, conversé con gente de todos los niveles y no encontré nada que impida la realización del encuentro”. En las mismas tribunas donde hasta días antes torturaban a los detenidos, la dictadura colocó un cartel: “La juventud y el deporte unen a Chile”. Y aquel 21 de noviembre, la Selección de Chile dispuso a sus titulares en el campo de juego y durante 28 segundos –hasta que el “Chamaco” Valdés marcó “un gol”- hicieron un simulacro. Pases y gol, sin rivales. Después la planilla marcó el triunfo chileno por “walk over” (no presentación) y la automática clasificación al Mundial de Alemania, ratificada por la FIFA. Había 15 mil personas en el Estadio y si querían fútbol, les dieron fútbol. Chile jugó (y perdió por goleada) un amistoso con el Santos, donde ya no estaba Pelé sino que brillaba Edú. En una entrevista reciente con Página 12 , Caszely recordó aquella jornada: “Yo lo llamo el teatro de lo absurdo. No hay otra palabra para definir lo que pasó ese día, porque el sábado a la noche nos dijeron que Rusia no venía a jugar, y después de un rato nos anunciaron que lo hacía Santos, o sea que los dirigentes sabían una semana o dos semanas antes que la Unión Soviética no venía. Lo tenían muy guardado, porque si nosotros nos enterábamos una semana antes, yo no viajaba de España, ni Elías Figueroa desde Brasil”. Para justificar su participación en aquella farsa, Caszely dijo en un documental de BBC: “Imagínate que a los veinte años es muy difícil enterarte de las atrocidades que se cometen en las dictaduras. Nosotros estábamos preocupados por jugar, como selección chilena, por un país. No por un gobierno". La copa Davis en el Chile de la dictadura Tres años más tarde se vivió el otro gran episodio deportivo alrededor del régimen pinochetista : por primera vez (y única) en su historia, Chile alcanzó la final de la Copa Davis, la máxima competición mundial en el tenis por equipos. Augusto Pinochet y la Junta Militar que tomó el poder en Chile tras el golpe contra Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Foto: AP La formación chilena se basaba en dos experimentados y combativos jugadores como Jaime Fillol y Patricio Cornejo, aunque no de la primera línea mundial. Su avance hasta la final se vio favorecido cuando, una vez más, su rival en semis, la Unión Soviética, se negó a enfrentarlos en repudio a Pinochet. Por el otro lado llegaba Italia cuya estrella, Adriano Panatta, venía de consagrarse campeón del Abierto de Francia, batiendo en la final al estadounidense Harold Solomon (a su vez, vencedor de nuestro Vilas…). En su camino hacia el título, Panatta –cuarto jugador del ranking mundial de ese año- le causó al sueco Björn Borg, la única derrota que este sufrió en esas canchas de arcilla de Roland Garros durante el período 1974-1981, ciclo en el que conquistó seis veces ese título. También Italia contaba con un fuerte dobles, con Panatta y Paolo Bertolucci y con otro singlista de jerarquía como Corrado Barazzutti. Ya habían “acariciado” el título de la Davis en varias oportunidades, pero esta era la más favorable después de dejar atrás a una de las grandes potencias, Australia. El período previo al viaje italiano a Santiago fue convulsionado. La izquierda italiana se movilizó para convencer a Panatta y los suyos que desistieran de participar. Entrevistado hace poco por Sebastián Torok en La Nación, Panatta recordó: “Hubo mucha polémica en Italia por esa final, mucha política, años difíciles. Nos llegaban noticias sobre las desapariciones en Chile. Pero nosotros solamente pensábamos en el hecho deportivo y por eso decidimos viajar. Fue un desafío difícil. El público no nos trató bien, pero teníamos un gran equipo y pudimos ganar”. Distintos testimonios indican que fue el propio Partido Comunista, por entonces guiado por Enrico Berlingeri y que se enroló en el llamado “eurocomunismo”, cuestionando la ortodoxia soviética, el que accedió al viaje. Y el primer ministro Giulio Andreotti, democristiano, finalmente lo aprobó. Nicola Pietrángeli, leyenda del tenis italiano y capitán del equipo, hoy a sus 92 años, recuerda aquellos momentos en una entrevista con el sitio JotDown: “Fueron meses duros, yo iba a la televisión y debatía. Recuerdo que me encontré con Gian Carlo Pajetta, una especie de canciller del Partido Comunista. Le dije que si no íbamos a Chile, le regalábamos toda la propaganda a Pinochet. Le expliqué que sólo teníamos motivaciones deportivas, no políticas. Y me comprendió”. Velas en homenaje a los detenidos y desaparecidos en el Estadio Nacional de Chile, en Santiago, en 2017. Foto: EFE La cancha de tenis del Estadio Nacional se vio colmada el viernes 17 de diciembre de 1976 para la apertura de la finalísima, por primera vez en territorio sudamericano. Pinochet no apareció por allí (sí lo hizo Videla en series jugadas en nuestro país), pero estaba Leigh. Sobre el terreno de juego y más allá de la presión del público, los italianos no le concedieron opción alguna a los chilenos y encarrilaron el match desde ese primer día, cuando Barazzutti venció a Fillol y Panatta a Cornejo. Lo curioso sucedió al iniciarse el dobles, un día después: Panatta y Bertolucci aparecieron con remeras rojas, que podían interpretarse como un desafío al pinochetismo . Hasta hoy, así lo reivindican. Panatta habló en 2021 con el diario chileno La Tercera : “En realidad, fue una cosa espontánea. Queríamos dar una señal al régimen de Pinochet que no estábamos de acuerdo con lo que ahí sucedía. Contra los crímenes de los cuáles se le acusaba. Algo contrario a nuestra ideología. Además, se disputaba en el Estadio Nacional, un recinto que pasó a la historia por la represión”. Pietrángeli niega esa versión: “Eso lo inventó Panatta cuando volvió a Italia. El usó esa remera por supersticioso, porque había ganado Roland Garros con esa. Y lo convenció a Bertolucci para que hiciera lo mismo”. Panatta y Bertolucci también ganaron en cuatro sets para ese punto, el último que necesitaban para darle a Italia la primera Copa Davis en su historia (al día siguiente Panatta sumó otro punto ante Fillol y el último juego, ya con los suplentes, fue para el chileno Belus Prajoux sobre Tonino Zugarelli). Mimmo Calopresti, autor de una película sobre la vida de Panatta evocó esos tiempos difíciles: "Yo, que de pequeño me manifesté contra la participación del equipo en Chile, ahora, más de treinta años después, creo que se hizo lo correcto. Porque al final, en el álbum de vencedores de la Davis existe el nombre de Italia, y no el de la Chile de la época de Pinochet".
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