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21/11/2025 A24.com - Nota
INFORM Sorpresa: ¿Y si usar el teléfono celular en la cama no hace tan mal como creíamos? Durante años, el teléfono en la mesita de luz fue señalado como enemigo del descanso. Sin embargo, una investigación reciente sugiere que la relación entre pantallas y sueño podría ser menos dañina de lo que se creía. El trabajo, realizado por especialistas de la Universidad Metropolitana de Toronto (TMU) y la Universidad Laval, introduce nuevos matices al debate sobre tecnología y bienestar nocturno. La investigación, publicada en Sleep Health, analizó los hábitos de 1.342 adultos canadienses y su uso de dispositivos electrónicos —incluidos los celulares— durante la hora previa a acostarse. Casi la mitad de los participantes (45,3%) reconoció utilizar pantallas todas las noches, y más del 80% lo hacía al menos una vez al mes. Pese a ello, los resultados sorprendieron: quienes usaban sus dispositivos diariamente no mostraron una peor calidad de sueño que aquellos que no los usaban nunca. Incluso apareció un dato inesperado: las personas que empleaban pantallas solo algunas noches a la semana fueron quienes reportaron peor descanso. En cambio, usuarios habituales y esporádicos mostraron patrones de sueño más saludables en general. Estas tendencias se mantuvieron aun luego de incorporar factores como edad, ingresos o sexo biológico. Además, se observó un detalle particular: la frecuencia de uso de pantallas antes de dormir se vinculó con la regularidad del sueño únicamente en hombres, lo que abre interrogantes sobre el rol del sexo biológico en esta relación. La luz azul, la melatonina y lo que todavía se discute Durante mucho tiempo se desaconsejó el uso de pantallas nocturnas por su potencial interferencia con la producción de melatonina, la hormona que regula el ciclo de sueño. Reportes previos, como los publicados en Journal of Applied Physiology, habían mostrado que la luz azul puede suprimir su liberación. También una investigación de 2023 difundida en Brain Communications sugirió que guardar el teléfono al menos una hora antes de ir a la cama podría reducir ese impacto negativo. Sin embargo, el nuevo estudio canadiense amplía el debate: más del 80% de los adultos encuestados utilizó pantallas en algún momento del mes sin que esto se tradujera en un descanso claramente peor. Colleen Carney, especialista en trastornos del sueño y coautora del trabajo, advirtió que buena parte de las investigaciones previas se basaron en experimentos de laboratorio con condiciones poco representativas de la vida cotidiana. Además, muchos de esos estudios incluyeron a jóvenes en etapas cercanas a la pubertad, un grupo especialmente sensible a los cambios hormonales provocados por la luz azul. Carney remarcó que aplicar generalizaciones puede distorsionar la interpretación y que los resultados en contextos reales no siempre coinciden con los hallazgos experimentales. El tipo de actividad realizada frente a la pantalla pesa tanto como la duración del uso. Contenido estimulante, notificaciones constantes o interacciones que generan ansiedad pueden dificultar la desconexión mental y, por lo tanto, conciliar el sueño. El psiquiatra Alex Dimitriu calificó el estudio canadiense como un aporte novedoso porque contradice la idea instalada de que las pantallas perjudican sistemáticamente el descanso. Su advertencia: los dispositivos no solo son luminosos, sino también irresistiblemente atractivos, y eso puede jugar en contra. La sensibilidad a la luz azul no es igual para todos. En adolescentes y jóvenes, especialmente durante la pubertad, la exposición nocturna puede tener un impacto mayor en la producción de melatonina. Por eso, los especialistas insisten en ser prudentes con ese grupo etario. En adultos mayores, en cambio, la sensibilidad a la luz disminuye y los efectos tienden a ser menos marcados. Otro matiz relevante del estudio es que la irregularidad del sueño apareció asociada al uso de pantallas antes de dormir solo entre los hombres, no entre las mujeres. La interacción entre tecnología, luz azul y calidad del sueño continúa siendo un terreno en revisión. Los investigadores coinciden en que los efectos varían según la edad, el tipo de contenido, la frecuencia de uso y el sexo biológico. Por ahora, las conclusiones invitan a evitar afirmaciones absolutas y a seguir profundizando la evidencia para entender mejor cómo interactúan nuestros hábitos digitales con el descanso nocturno.
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