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18/11/2025 Clarin.com - Nota
Lagos, montañas y pueblos ocultos: el valle aragonés que enamora a quien lo descubre Entre los picos más altos del Pirineo se esconde un lugar de belleza serena, atravesado por ríos glaciares, rodeado de pueblos de piedra y bosques legendarios. Un rincón donde la naturaleza y la historia siguen latiendo en armonía. Lagos, montañas y pueblos ocultos: el valle aragonés que enamora a quien lo descubre. En el corazón del Pirineo , el valle aragonés despliega un paisaje que parece sacado de un cuento. Rodeado de montañas que superan los tres mil metros, lagos, montañas y pueblos ocultos llaman la atención en este enclave de la comarca del Alto Gállego, en la provincia de Huesca. Allí se combinan lagos glaciares, bosques de hayas y aldeas que conservan la esencia de la vida rural. El río Gállego atraviesa el valle, marcando su ritmo y dando vida a pastos y pueblos de piedra. Desde las alturas, la vista abarca una sinfonía de colores que cambia con las estaciones: el blanco de las cumbres nevadas, el verde intenso de los prados de verano y el dorado de los bosques otoñales. Pese a su desarrollo turístico, con estaciones de esquí y accesos cómodos, ha logrado mantener su autenticidad. Cada pueblo, cada sendero y cada lago reflejan el equilibrio entre tradición y naturaleza. Naturaleza en estado puro: entre lagos glaciares y montañas legendarias. Naturaleza en estado puro: entre lagos glaciares y montañas legendarias Uno de los paisajes más icónicos del valle es el embalse de Búbal, de aguas azul profundo, que contrasta con las montañas que lo rodean . Bajo su superficie descansan los restos del antiguo pueblo de Búbal, sumergido tras la construcción del embalse en los años setenta. Hoy, las aldeas vecinas recuperan poco a poco su memoria, reconstruyendo casas y senderos. En sus laderas , la localidad de Hoz de Jaca ofrece una de las vistas más espectaculares del Pirineo. Desde su mirador parte una tirolina de más de un kilómetro —la más larga y alta de Europa— que permite cruzar el valle suspendido en el aire. Una experiencia que combina vértigo, paisaje y libertad. Pueblos de piedra y bosques encantados. Más arriba, a casi 2.000 metros de altitud, se esconde el ibón de Sabocos, un lago de origen glaciar rodeado por montañas escarpadas. Sus aguas frías y cristalinas reflejan el cielo pirenaico y, en verano, pueden alcanzarse a pie o mediante el telesilla de Panticosa. El entorno se llena entonces de flores alpinas y senderistas que buscan silencio y altura. Otros tesoros naturales, como el ibón de Anayet, ofrecen panorámicas únicas del Midi d’Ossau, ya en territorio francés, un espectáculo que resume el alma salvaje del Pirineo aragonés. Pueblos de piedra y bosques encantados El encanto del valle también reside en sus pueblos de montaña, muchos de ellos restaurados sin perder su carácter. Piedrafita de Jaca conserva su trazado original y es punto de partida de la ruta al ibón de Piedrafita, con la Peña Telera como telón de fondo. Entre ambos pueblos se extiende el bosque de El Betato, un paraje cargado de leyendas donde, según la tradición, se reunían antiguas brujas del Pirineo. Las hayas retorcidas, cubiertas de musgo, crean una atmósfera mágica. El Pueyo de Jaca y su Casa del Valle completan el recorrido cultural. Este edificio histórico, convertido en centro de interpretación, invita a descubrir las costumbres, los oficios y las fiestas tradicionales que aún perviven en la región. Historia y bienestar entre montañas El balneario de Panticosa, situado a 1.600 metros de altitud, es otro de los símbolos del valle. Sus manantiales de aguas mineromedicinales fueron conocidos desde la época romana y alcanzaron fama europea en el siglo XIX. Hoy, el complejo combina tradición termal con instalaciones modernas, rodeado por un paisaje que inspira calma. En el extremo norte, Sallent de Gállego, capital del valle, concentra buena parte de la vida local. Su puente medieval, sus calles empedradas y la cercanía al río Aguas Limpias la convierten en una base ideal para explorar los alrededores. Desde allí parten rutas hacia el ibón de Respomuso y el circo de Piedrafita, donde el agua, la roca y el bosque componen uno de los paisajes más fotogénicos del Pirineo.
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