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17/11/2025 Cronista.com - Nota
Pros y contras de la flotación cambiaria Miguel Kiguel El humor financiero ha dado un giro copernicano a partir del 26 de octubre, pasando del miedo a la esperanza. De repente, hay una nueva oportunidad y la gran ilusión de que esta vez sea diferente. Los condimentos están : apoyo político, equilibrio fiscal, una inflación que está domesticada y estable, el riesgo país acercándose a niveles que permitirían volver a emitir deuda externa y un contexto externo favorable, con tasas de interés bajas y precios de commodities atractivos. Pero… siempre hay un pero, y esta vez es que hay que acumular reservas, que hacen falta porque las reservas netas siguen siendo negativas. Un país con más de 200.000 millones de dólares de deuda externa no puede vivir al día; necesita un buen colchón por si aparece un cisne negro. Una medida prudencial que vemos en otros países, donde Brasil tiene unos 330.000 millones de dólares de reservas, equivalente a 15% del PBI , o Uruguay, que llega a casi el 20% del PBI; dos países que, a pesar de que tienen déficit fiscal , tienen un riesgo país de 200 puntos básicos o menos. Parte del problema es que, desde hace dos años, el Gobierno está atrapado en el dilema cambiario, y por ahora, sin salida a la vista. Pasamos del crawling peg a la banda cambiaria y, ahora, se discute si pasar a la flotación del tipo de cambio. En el medio, y a pesar de reiteradas promesas, nunca se eliminaron las restricciones cambiarias (sigue habiendo cepo), con lo que existe la duda de cuál sería el tipo de cambio si hubiera libertad para operar en el mercado. Durante este período, el Banco Central no pudo acumular reservas, a pesar de que el Banco Central ha comprado unos 20.000 millones de dólares en el mercado y de que tomó casi 20.000 millones de dólares en préstamos, sumando al FMI , al swap del Tesoro americano y al repo con los bancos internacionales. Se ha dicho más de una vez que el objetivo final es flotar (aunque sea una flotación sucia) y eliminar el cepo . Pero los hechos contradicen las palabras. Cada vez que el dólar se ha movido “demasiado”, se encendieron las alarmas, aparecieron la intervención del Banco Central o del Tesoro, se subieron las tasas de interés y se endureció el cepo. Claramente, parafraseando a Guillermo Calvo , existe un miedo a flotar; las ideas de la libertad no llegan al mercado cambiario. Aunque nunca lo haya hecho explícito, el Gobierno no se siente cómodo con la flotación , y todo indica que esto se debe a que tiene un objetivo de tipo de cambio, que a todas luces está relacionado con tratar de anclar la inflación . De lo contrario, es difícil entender la obsesión con evitar cualquier salto cambiario. De otra forma, no se explica que no se haya avanzado demasiado en la eliminación del cepo ni que no haya habido una campaña más agresiva de compra de dólares para fortalecer las reservas, tal como estaba establecido en el programa con el FMI . El temor a que el tipo de cambio se escape ha sido la norma durante los primeros dos años del gobierno, algo que era entendible hasta las elecciones del 26 de octubre , pero que es difícil de entender ahora. Es importante entender que la flotación no es un objetivo en sí mismo. La mayor parte de los países que tienen un tipo de cambio flotante lo adoptaron para tener mayor capacidad de responder ante shocks externos, como han sido la caída de precios de commodities o la crisis de las hipotecas subprime (en 2008) o la pandemia. En esos casos, los movimientos del tipo de cambio ayudaron a reducir los costos sobre el nivel de actividad y a superar las crisis con el menor aumento en la tasa de desempleo posible. Y, en general, ha funcionado bien. Se han escuchado voces que argumentan que, en Argentina, no se puede flotar porque el mercado cambiario es chico, lo que puede llevar a mucha volatilidad . Eso es cierto, pero hay que reconocer que el mercado es chico porque hay controles cambiarios. El cepo limita la participación de los principales actores financieros, como bancos, compañías de seguros y fondos comunes de inversión , en el mercado, y es por eso que los volúmenes que se operan son muy bajos. El cepo hace que el mercado de cambios no sea líquido, pero sacar el cepo tiene el riesgo de que el tipo de cambio se escape y se pierda el control de la inflación. La gran pregunta, entonces, es cómo se sale de este círculo vicioso . La respuesta no es obvia, pero todo indica que el timing es central, y que lo ideal es hacerlo. Imagen: cronista.com
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