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14/11/2025 ElDestapeWeb.com - Nota
"Se apaga todo a las 6": así se reconfiguró la noche de la Costa Atlántica tras el crimen de Báez Sosa Florencia Galarza El estreno en Netflix de la serie documental “50 segundos: el caso de Fernando Báez Sosa” vuelve a poner en primer plano una historia que marcó a toda una generación. Más controles, menos boliches y una juventud que busca “otra energía”: cómo se reconfiguró la vida nocturna tras el asesinato en Villa Gesell. Este jueves 13 de noviembre, Netflix estrena la serie documental “50 segundos: el caso de Fernando Báez Sosa ”, dirigida por Martín Rocca y producida por Fábula. La producción reconstruye, minuto a minuto, el ataque ocurrido en Villa Gesell en enero de 2020 , con testimonios exclusivos, material de archivo y entrevistas a familiares, amigos y algunos de los condenados. En paralelo al lanzamiento, uno de los padres de los rugbiers condenados, Marcos Pertossi —papá de Lucas Pertossi— rompió el silencio por primera vez. En diálogo con Tarde o temprano (eltrece), expresó su arrepentimiento: “Lo que le ha pasado a esta gente (la familia Báez Sosa) es una barbaridad. Quiero soltarlo, quiero darles el pésame, quiero abrazarlos. Me muero por eso”. También relató cómo se enteró de lo ocurrido: “Eran las 10.30 de la mañana y recibo ese maldito llamado, el que nunca querés esperar. Un conocido me dijo: ‘Marcos, poné Crónica, Lucas mató a un pibe’”. Cinco años después del crimen, Villa Gesell parece haber quedado reconfigurado. En los veranos previos al asesinato, las madrugadas eran sinónimo de juventud: parlantes en la playa, previas en la arena y una energía desbordante que se extendía hasta el amanecer. Pero tras el 18 de enero de 2020, nada volvió a ser igual. Muchos jóvenes eligieron otros destinos para vacacionar. Algunos por miedo; otros porque, simplemente, “el clima cambió”. La noche también se transformó: los códigos entre grupos se modificaron, la vida nocturna empezó a migrar y los boliches ajustaron controles. En esa línea, aunque representantes de la cartera de Seguridad de Villa Gesell no respondieron a este medio, el Municipio anunció públicamente nuevas regulaciones destinadas a prevenir hechos de violencia, como restricciones en el horario de funcionamiento de los boliches y la obligación de instalar sistemas de videovigilancia en los alrededores. Leo, de 32 años, era habitué de la costa desde la adolescencia: “En el verano de 2021 mis amigos me mandaban fotos de San Bernardo militarizada. Cuando fui al año siguiente lo vi con mis propios ojos: motos de la policía por todos lados, controles en cada esquina, y para sacar una entrada para el boliche tenías que ir a un punto municipal. La noche estaba muerta” . Villa Gesell tampoco estaba igual: “En 2023, volví a Gesell. La noche en la Avenida 3, donde estaban los boliches, estaba seca y absolutamente militarizada también . Había policías de la Provincia de Buenos Aires en todos lados, incluso en la playa, donde se solían hacer las previas. Y por supuesto las fiestas terminaban mucho más temprano”. Leo explicó que lo que quedaba de aquella magia de noche costera estaba atrincherada en Pueblo Límite, un boliche alejado del centro. “Igual, creo que mutó toda la noche a Mar del Plata, que estalló en esa época”. Los controles se multiplicaron, los horarios se acortaron y muchas ciudades de la costa empezaron a recibir a jóvenes que buscaban “otra energía”. Algunos eligieron Mar del Plata, otros Pinamar o San Bernardo, pero todos, de una manera u otra, notaron que el mapa del verano había cambiado. A dónde van Hoy es Mar del Plata uno de los faros del turismo joven : el 45% de los visitantes de la ciudad tiene entre 18 y 35 años , según aseguró a este medio Bernardo Martín , presidente del Ente Municipal de Turismo y Cultura. Este segmento comenzó a llegar a “La Feliz” desde la pandemia de Covid-19, fechas que coinciden con el asesinato del adolescente. Sin embargo, Martin especificó que no encuentra relación directa entre aquella tragedia y el boom turístico de jóvenes: “La transformación que vivimos tuvo que ver con la pandemia. Fuimos la primera ciudad en abrir sus puertas después de la cuarentena, y tuvimos que hablarle a quienes menos miedo tenían y más ganas de salir: los jóvenes ”. Martin aseguró que la estrategia fue planificada junto al sector privado y acompañada de un esquema de seguridad que articula áreas municipales, provinciales y fuerzas policiales. “ Una noche de enero podemos tener más de cien mil personas disfrutando de distintas propuestas , desde fiestas electrónicas hasta boliches o recitales, y todo se hace dentro de un protocolo que integra seguridad, salud y transporte”, explicó. “Lo que buscamos es que la gente pueda salir y volver a su casa de manera segura”. “En Pinamar tenemos un corredor seguro para los chicos que salen de los boliches. Y tenemos horarios de cierres escalonados de los mismos para planificar que no salgan todos al mismo tiempo”, especificó, por su lado, un funcionario de la cartera turística de Pinamar a este medio. Y puntualizó: “Acá no cambió nada luego del asesinato de Fernando. Pinamar ya tenía sus protocolos de seguridad y un fuerte trabajo mancomunado entre la policía y el Municipio”. A partir de este caso, se implementaron en varias localidades controles más estrictos en los accesos, capacitación del personal de seguridad privada y una mayor fiscalización por parte de las autoridades municipales. La noche, ¿bajo control? En consonancia con el testimonio de Leo, Lucía G., de 27 años, que viajaba a Gesell cada verano con amigas porque su familia tiene una propiedad allí, y opinó: “Ver más patrulleros o más policías no necesariamente me hace sentir más segura. Antes nosotras íbamos caminando al boliche, parábamos en la playa, charlábamos con otros grupos. Pero en la calle hoy ves menos grupos de mujeres. Son más tipos: los policías y los que salen ”. Consultada si vivió hechos de violencia en la noche costera, Lucía aseguró que no, pero que eso se debe también a que “dejó de salir de noche”. “Estoy más grande”, bromeó Lucía, pero completó: “ La noche cambió mucho en todos lados, no sólo en Villa Gesell. Con mis amigas a veces agarramos el auto y preferimos recorrer Cariló o ir al bingo de Pinamar. Pero ya dejamos un poco la movida boliche”. La joven contó incluso que, en el 2023, ella y sus amigas salieron a un bar de Villa Gesell. Tras salir “entonadas” del local, al que fueron sin auto, no consiguieron taxi ni Uber. “Pleno enero, estaba todo bastante colapsado”. Decidieron caminar y tomar un helado. Allí se cruzaron con un patrullero con dos policías. Uno de los uniformados comenzó a hablar con una de sus amigas y se ofreció a llevarlas a su casa. Ella respondió que no, ante la mirada inquisitiva de sus amigas que vieron allí una forma de llegar a casa. “Mi amiga nos explicó después que el tipo se acercó a hablarle diciéndole que era linda, y su compañero fichó a otra de las chicas, haciendo comentarios que lejos de darte seguridad, te daban ganas de caminar 3 kilómetros para volver a casa”. Controlar y cuidar la juventud es, sin dudas, el desafío de cada partido costero. En Mar del Plata, por ejemplo, la nocturnidad se reorganizó con horarios unificados: “A las seis de la mañana se apaga todo”, explicó Bernardo Martín. “No hay locales abiertos las 24 horas: la idea es que todos puedan volver a casa de forma segura y evitar los momentos donde suelen darse los conflictos”. Además, comentó que mantienen el sistema de transporte público activo para que “todos puedan volver a su casa”. Con protocolos no bastan Fabián Améndola, abogado de la familia Báez Sosa, aseguró que el caso dejó huellas profundas, pero adviertió que las respuestas institucionales no siempre alcanzan. “Lo que cambió fue la mirada social: hoy se habla más de violencia, de masculinidades y de límites. Pero todavía no logramos que esa conversación se transforme en prevención real”, señaló en diálogo con El Destape. Améndola insistió en que la justicia y la memoria no pueden agotarse en una condena. “El verdadero cambio vendrá cuando ningún pibe crea que ser fuerte es ser violento. Ese día, recién ahí, podremos decir que aprendimos algo”. A cinco años del crimen, mientras la historia de Fernando vuelve a ser revisitada en pantalla, existe otro contexto en el que los discursos de odio no sólo no son combatidos, sino que son fomentados desde las más altas esferas políticas. Para el letrado, el desafío no está solo en reforzar los controles, sino en revisar las prácticas que sostienen la violencia grupal y la impunidad: “El problema no fue el boliche, sino lo que pasó antes y después. Si no entendemos por qué un grupo de chicos puede naturalizar el odio, seguiremos atacando los síntomas y no las causas”. ( eldestapeweb ) Imagen: eldestapeweb.com
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