|
10/11/2025 Clarin.com - Nota
¿Campaña negra, blanca o gris?: reflexiones sobre el monitoreo y manejo de Dalbulus maidis Juan Pablo Brichta Tras una “campaña negra” en 2023 y una “blanca” en 2024, el 2025 se presenta “gris”, con un riesgo sanitario moderado pero latente para el maíz. El tono de ese gris dependerá de la capacidad del sistema productivo para anticiparse al vector Dalbulus maidis, cortar los “puentes verdes” entre campañas y fortalecer el manejo integrado de plagas con base biológica, técnica y regionalmente coordinada. Chicharrita. Foto: INTA. La chicharrita del maíz (Dalbulus maidis) volvió a ocupar un lugar protagónico en la sanidad del cultivo. Tras una campaña 2023 de alta incidencia (“negra”), el 2024 mostró un alivio (“blanca”) gracias a condiciones más restrictivas para el vector y a un manejo más disciplinado del maíz guacho. E n 2025 transitamos un escenario “gris”, cuyo matiz dependerá de la anticipación del sistema productivo, la interrupción de los “puentes verdes” y la incorporación de herramientas biológicas en esquemas de MIP. La problemática de D. maidis no es nueva, pero su impacto económico reciente sí. En la última década se expandió la superficie y la diversidad de fechas de siembra, ampliando la ventana de susceptibilidad del maíz. La combinación de inviernos benignos, mayor continuidad del cultivo y decisiones agronómicas fragmentadas incrementó el riesgo sanitario. En 2023, la coincidencia entre alta presencia del vector y prolongadas ventanas fenológicas derivó en pérdidas severas (“Campaña negra”). En 2024, con un invierno más riguroso y mejor manejo del maíz voluntario, los casos disminuyeron (“Campaña blanca”). En 2025, las heladas más tardías y leves vuelven a ensanchar la ventana de riesgo: el desafío es evitar que el gris se oscurezca. Clima y heladas: evidencias comparadas 2024 vs 2025 El invierno de 2024 fue uno de los más fríos en seis décadas, con olas polares en julio. En 2025 se registraron menos eventos y menor intensidad, lo que probablemente facilitó la supervivencia del vector y su recolonización temprana. Esta diferencia evidencia el rol de las heladas como regulador natural de poblaciones y la necesidad de considerar su frecuencia e intensidad en la planificación sanitaria. ¿El monitoreo actual es suficiente? El monitoreo es el eje sobre el cual se construye cualquier programa de control. Las trampas cromáticas pegajosas, de uso extendido, permiten detectar tendencias, aunque su señal suele ser tardía respecto del inicio de colonización y su correlación con el daño no siempre es lineal. Las trampas por arrastre —utilizadas por la Red Nacional de Monitoreo de D. maidis— mejoran la estimación poblacional, pero dependen de la hora del día y del nivel de actividad del insecto , que disminuye con temperaturas inferiores a 18 °C. Esto plantea un desafío metodológico: en escenarios de baja población o temperaturas frías, la actividad de vuelo se reduce, lo que lleva a subestimaciones. Los adultos, al ser asustadizos, tienden a refugiarse en el suelo durante el muestreo, dificultando su captura. Por lo tanto, es probable que los conteos reflejen solo una fracción del total real. Ante esto, se vuelve necesario avanzar hacia sistemas complementarios y más sensibles. Dos líneas prometedoras son: (a) Plantas vivas centinelas, mantenidas en condiciones controladas y colocadas en sitios estratégicos. Funcionan como “trampas biológicas” que detectan colonización efectiva, permitiendo discriminar presencia transitoria de infestación estable. Su monitoreo periódico —mediante observación directa o sensores— ofrece información de alta precisión y bajo costo, aportando datos útiles para definir umbrales de acción. (b) Feromonas específicas de atracción, recientemente investigadas por Embrapa y la Universidad de Brasilia. Este hallazgo, publicado en 2025, demostró que las hembras responden a compuestos volátiles emitidos por machos, lo que abre la posibilidad de desarrollar trampas de atracción o confusión sexual. La aplicación de estas feromonas permitiría redes de monitoreo más precisas y regionalmente coordinadas, facilitando decisiones basadas en biología del vector y no solo en presencia visual. El fortalecimiento del monitoreo no solo requiere nuevas tecnologías, sino también coordinación regional. Sin integración de datos, el sistema reacciona tarde. Construir una red colaborativa entre productores, técnicos e instituciones puede marcar la diferencia entre un “gris claro” y un “gris oscuro”. Manejo integrado: lugar de los biológicos El MIP combina tácticas químicas, biológicas y culturales. Los hongos entomopatógenos (Beauveria bassiana, Isaria) y bacterias como Pseudomonas sp. son herramientas preventivas o de “barrera”. Aunque su acción sobre adultos móviles es menor que la de insecticidas de choque, reducen la presión epidemiológica, enlentecen el crecimiento poblacional y mejoran perfiles de inocuidad, alineándose con los estándares de sustentabilidad. Formulaciones aprobadas por SENASA Existen entomopatógenos y coadyuvantes registrados compatibles con MIP. Deben revisarse etiquetas, pH y compatibilidad en tanque. Se recomienda evitar mezclas alcalinas u oxidantes y aplicar en horas de baja radiación. Los biológicos deben posicionarse al inicio de la ventana de riesgo o como refuerzo posquímico. Agronomía de decisiones: siembra y heladas La siembra escalonada amplía la susceptibilidad del cultivo. En años de alta presión, los lotes tardíos resultan más vulnerables. Las heladas tempranas de 2024 actuaron como “servicio climático” que deprimió poblaciones, mientras que su menor frecuencia en 2025 prolongó el riesgo. Coordinar fechas y acotar la continuidad verde ayuda a disminuir la presión del vector. Maíz guacho y barbechos El maíz voluntario sostiene poblaciones residuales y patógenos. Su control temprano reduce la presión inicial. En 2025, la persistencia del guacho obligó a reforzar barbechos y elevó costos. Cada planta sobreviviente es un eslabón epidemiológico: eliminarla con criterios sanitarios y rotación de modos de acción es esencial. Conclusiones La metáfora “negra, blanca o gris” sintetiza el riesgo sanitario del maíz. Lo crucial es fortalecer el monitoreo, cortar los puentes invernales y sumar biológicos en momentos críticos. Con disciplina técnica, integración regional y decisiones basadas en evidencia, 2025 puede transformarse en una campaña de “gris claro”.
Acceda a la nota web del medio ![]() |
||



