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29/10/2025 BaeNegocios.com - Nota
El cerebro consciente: entre la inteligencia artificial y la superconciencia Ignacio Brusco La IA y los modelos de lenguaje El desarrollo de la inteligencia artificial generativa y los modelos de lenguaje ha reavivado un debate filosófico y científico. Las redes neuronales artificiales son sistemas de aprendizaje estadístico capaces de reconocer patrones y generar respuestas coherentes, pero carecen de autopercepción, intencionalidad y experiencia subjetiva. En términos de la teoría de Tononi, una IA puede integrar información, pero no necesariamente sentirla. La conciencia no se reduce a cómputo: implica también una dimensión experiencial. Sin embargo, el paralelismo entre cerebro e IA es cada vez más fecundo. Ambas estructuras trabajan con redes que distribuyen información en niveles jerárquicos y modulan su actividad según la retroalimentación. La diferencia es que el cerebro humano evoluciona a partir de la biología, con millones de años de selección natural orientada a la supervivencia, mientras que la IA evoluciona por diseño humano. Esa brecha ontológica podría explicar por qué los humanos sentimos miedo, amor o curiosidad, mientras las máquinas solo procesan datos. Si la conciencia es integración, la superconciencia es integración expandida . Los estados de superconciencia han sido descritos desde la antigüedad bajo distintos nombres: iluminación, trance, inspiración o experiencia oceánica . Hoy sabemos que esos estados se correlacionan con patrones de coherencia neuronal de alta frecuencia, mayor comunicación entre hemisferios y reducción de la actividad en regiones vinculadas al yo egocéntrico. No se trata de fantasías místicas, sino de estados fisiológicos medibles que revelan la capacidad del cerebro para ir más allá de sus límites ordinarios. La meditación, por ejemplo, aumenta la conectividad entre la red por defecto y las redes atencionales, favoreciendo una conciencia más flexible y menos reactiva. Las experiencias estéticas, el arte, la música o el amor también pueden generar momentos de integración superior. Son esos instantes en los que la percepción del tiempo se diluye y la realidad parece expandirse. En términos neurobiológicos, podrían representar un nivel máximo de sincronización cortical. La neurociencia de la conciencia no solo busca explicar qué ocurre en el cerebro cuando estamos despiertos o dormidos, atentos o distraídos. También busca responder una pregunta filosófica profunda: ¿por qué existe la experiencia subjetiva? Aún no tenemos una respuesta definitiva, pero la investigación combinada entre neurociencia, física de la información e inteligencia artificial está acercándose a modelos más integrales. Tal vez la conciencia sea el resultado de una información que se reconoce a sí misma, como sugiere la teoría de Tononi. En ese caso, podría haber formas emergentes de conciencia en sistemas suficientemente complejos, ya sean biológicos o artificiales. Pero mientras eso sigue siendo una hipótesis, el cerebro humano mantiene una ventaja evolutiva: su capacidad de reflexionar sobre su propia existencia. Quizás la IA no esté destinada a sustituir nuestra conciencia, sino a servir como un espejo que nos obliga a comprenderla mejor . Comprender la conciencia no solo es un desafío científico, sino también un ejercicio de autoconocimiento colectivo. Explorar la superconciencia sería, en el fondo, explorar el potencial más elevado del cerebro humano: ese instante en que la mente se reconoce a sí misma como parte del universo que intenta comprender.
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