29/10/2025 19:34 El Destape - Algo más
'Ha desconocido en general a las distintas instituciones Nicolás Dvoskin - Economista, doctor en ciencias sociales **RESUMEN** En la discusión sobre la reforma laboral, se señala que el gobierno actual no ha fomentado un debate plural y ha ignorado las instituciones de la sociedad civil. A diferencia de la ley de medios, la reforma laboral no se ha discutido con la CGT ni con economistas y expertos en el tema. Se argumenta que las leyes laborales actuales son obsoletas para un mundo laboral que ha cambiado drásticamente. Aunque existe un alto porcentaje de trabajadores en la informalidad, el gobierno parece centrarse en modificar derechos laborales en lugar de abrir un debate que incluya a todos los sectores afectados. Se destaca que el crecimiento económico no garantiza el aumento del trabajo formal, y que la informalidad y el trabajo precario siguen siendo una característica de la economía argentina. Finalmente, se expresa escepticismo acerca de que este gobierno impulse un cambio significativo en la relación entre trabajo útil y trabajo remunerado. **TRANSCRIPCIÓN COMPLETA CORREGIDA** de los participadores. Sí, a ver, en principio diría que este Gobierno no se ha caracterizado por abrir ninguna discusión de forma plural; de hecho, ha desconocido en general a las distintas instituciones de la sociedad civil que se dedican a dar discusiones. Comparamos con lo que fue la ley de medios, que se debatió en toda la carrera de comunicación de todo el país, en foros en todas las provincias. Acá la reforma laboral ni siquiera la están discutiendo por ahora con la CGT, con sectores que algo tienen para decir. No te digo llamarnos a los economistas que estamos en institutos de estudios laborales y que venimos laburando ciertas cosas, con la ley de contrato de trabajo que tiene un montón de variables de un montón de cosas. Entonces, el Gobierno no está pensando en abrir el debate sobre el futuro del trabajo; es algo que se viene discutiendo hace rato. La OIT viene hace mucho, quiero decir, se viene discutiendo hace mucho la cuestión, incluso por economistas que son parados. La han escrito sobre eso. Es que es necesario, es evidente que estamos ante un mundo del trabajo distinto a el que había. Por eso, eso está claro, ha cambiado mucho el mapa del trabajo; eso es a nivel mundial. ¿Va a cambiar más todavía en el futuro? No sé qué va a pasar en el futuro, pero por lo pronto, efectivamente ha cambiado. Cuando me dicen que las leyes laborales son relativamente vetustas o están pensadas para un mundo del trabajo que ya no es, diría que para un mundo del trabajo que hoy en día es minoritario. Existe, sigue existiendo; sigue siendo un 40% de la población ocupada del país, más o menos, un 70% de la población asalariada del país, porque hay muchos ocupados que son tributistas, informales, casas particulares, etcétera, que están en otros regímenes. Entonces, efectivamente, el mundo del trabajo asalariado, o privado si queremos, que es el que está bajo convenio, que es el que tiene todos esos derechos laborales que están en la ley, abarca un porcentaje relativamente menor pero no inexistente de la población argentina. Y justamente yo lo que creo es que, por lo menos por lo que se han escuchado de trascendidos, por lo que es el proyecto de la diputada Díez presentado el año pasado y por lo que ha dicho el propio Milei, lo que se viene básicamente es un proyecto que va a afectar a esos trabajadores. No se trata de un proyecto que presente una discusión más amplia que nos permita encarar qué pasa con todos los otros. La lógica del Gobierno es que si bajamos la vara, van a pasar más por arriba de la vara. La lógica del Gobierno, que es la lógica tradicional que tiene este discurso, es decir que los problemas del mercado de trabajo, sean de trabajo informal o sean de desempleo, desempleo tenemos relativamente poco; informal tenemos mucho, se deben a las restricciones institucionales, a las reglas demasiado estrictas que terminan imposibilitando que las empresas puedan contratar y entonces contratan de forma no registrada o deciden no contratar. Y el discurso del Gobierno, que es el mismo discurso que tenían las cámaras empresariales cuando se votó la ley nacional de empleo en 1991 del Gobierno de Menem, fue la primera ley de flexibilización laboral. Estuvo la segunda en el 2000, que fue la Ley Banelco. Estuvo la discusión en la ley de bases, que incluyó, por ejemplo, lo que sí se implementó, que es el fin de las multas por el trabajo no registrado. Quiere decir, hay un montón de experiencias en las cuales, por lo menos en Argentina, se implementaron políticas de ese tipo diciendo que si disminuimos los requisitos para contratación, y acá el eje, hay dos ejes sobre los requisitos. Hay un eje fiscal con la cuestión de los aportes y contribuciones y otro es el eje básicamente de derechos laborales que tiene que ver con indemnizaciones y con la regulación del trabajo, vacaciones, jornadas, horas de trabajo, etcétera, que esas no afectan la dimensión fiscal. Todo entra en juego acá. Entonces, efectivamente, lo que hoy tenemos es una situación de un mercado de trabajo muy latinoamericanizado; es decir, tenemos bajo desempleo y seguiremos teniendo bajo desempleo porque el alto desempleo es una característica, es un lujo que se pueden dar a aquellas sociedades en las cuales haya ahorros previos que te permitan mangar desempleo a largo plazo, que es lo que suele pasar cuando hay despidos masivos. En los 90, por ejemplo, en los 90 despidos masivos. Te cobrabas el finiquito y entonces tenías la posibilidad de tirar o comprarte un remiso o lo que sea, con lo cual había una situación donde podías estar desempleado un tiempo, o que tengas una red de ayuda familiar, de ayudas sociales comunitarias; es lo que explica la gran mayoría del desempleo juvenil en España, por ejemplo, gente que está desempleada y que entonces tiene que volver a ir a sus padres, donde alguien te puede bancar, o que tengas un seguro de paro, que Argentina lo tiene muy minoritario, creado por el 90 por medio, curiosamente, pero que es muy poco protector. Entonces, si vos no tenés ni seguro de desempleo, ni tenés tampoco una red comunitaria familiar que te pueda bancar, ni tenés un ahorro previo o una indemnización, no te puedes dar el lujo de estar desempleado. Y eso es lo que pasa en los países más pobres. Los países más pobres del mundo no tienen alto desempleo; tienen altísima informalidad, y en particular una informalidad que no es la informalidad que el típico empleo, lo que se llama empleo negro, que sería el asalariado informal. Quiere decir, aquella persona que tiene una relación laboral asalariada, cobra un sueldo fijo y su empleador no lo registra. Alguien que debería estar en blanco, pero no está. Y donde es posible pensar algún tipo de incentivo para el registro, porque ahí podrías pensar cómo es eso. La mayor parte del empleo precario no es salario informal; es cuenta propista de baja calificación. Son gente que se gana la vida de muchas formas; algunos la han llamado economía popular. A la economía popular, a los trabajadores que se ganan la vida en actividades de cuenta propia de baja calificación, no tenés ningún incentivo para la contratación en el sentido de lo que sería un blanqueo laboral, porque no están trabajando de esa manera. Y los problemas que tienen esos sectores no son problemas del contrato de trabajo, son problemas de la estructura económica del país, de los niveles de productividad que tenemos, de las capacidades que tenemos para generar demanda agregada sobre lo que se produce. Entonces, lo que general decimos los economistas heterodoxos es que los problemas del mercado de trabajo no se resuelven en la ley laboral; se resuelven en la discusión macroeconómica. Lo que genera trabajo es que la economía crezca, y en todo caso lo que está pasando últimamente es que, incluso el crecimiento de la economía, que si bien no está creciendo mucho, los años de crecimiento tampoco ha crecido demasiado, el registro en porcentaje, porque hay una transformación de fondo en la estructura productiva que impide, que genera un piso en el empleo precario que es muy difícil de romper solamente por crecimiento económico. Entonces, ahí tenemos dos alternativas. Una alternativa que es la que se ha intentado; es decir, bueno, vamos a tener que avanzar más en planes de desarrollo que generen incorporación de mano de obra. Esa es la mirada más tradicionalista, si quiere, de este lado, no del lado de los que dicen que aquí se vende bajar la vara. La otra discusión, que es mucho más profunda, que puede ser un poco más hasta de resignación en términos de la utopía, pero que es más realista, es reconocer que no va a ser fácil incorporar a esa población al mercado de trabajo formal, que no va a ser para nada fácil, y eso implica un cambio de mentalidad. Nosotros seguimos, incluso muchos de los que estamos en las izquierdas del mapa económico y político, pensando en lo deseable que es recuperar el pleno empleo de altos ingresos, que alguna vez estuvo más o menos, pero que Argentina estuvo cerca de eso. Que todas las personas puedan tener un ingreso suficiente, que vivan de eso, y en todo caso, que las leyes laborales garanticen los derechos asociados a eso. Esa estructura lo que ha dado es que la protección social nuestra está en gran medida anclada a nuestra relación laboral. Las jubilaciones ordinarias se dan por la relación laboral, la pertenencia a las obras sociales, la provisión de salud está anclada a la relación laboral; en muchos casos, la pertenencia social, la pertenencia a clubes, a redes de sociabilidad, es lo que se conoce como la relación salarial. Bueno, ese modelo ya colapsó y hoy en día es minoritario. Entonces, una cosa es decir, bueno, ¿cómo hacemos para que la gente acceda a ese modelo? Y otra es decir, no, bueno, está bien, ¿cómo hacemos para que se garantice todo lo que el trabajo daba en un mundo en el que el trabajo ya no lo da? Y eso implica repensar un montón de cosas que funcionan o cooperan en el mundo, que operaban en el mundo del trabajo y que implican reformular. La más importante, y Néstor Kande sabe bastante más que yo, es repensar la relación entre trabajo útil y trabajo rentado. Quiere decir, repensar la idea que tenemos muy incorporada de que es el mercado el que dice si algo es útil o no es útil y que lo remunera de acuerdo a esa utilidad. Y nos ponemos a pensar que, en realidad, tenemos un montón de tareas socialmente útiles que el mercado no remunera. Yo me acuerdo que en el Gobierno de Alberto Fernández se discutió la ley Ramona. La ley que era para darle un salario a las cocineras y los comerciantes populares. Un salario que era bajo la forma de un plan social. Y que eran 70.000 mujeres que cocinan en comercio popular. Entonces, cuando me dicen, ¿qué hacemos con estas mujeres? ¿Cuál es la lectura que les damos? No solamente que les da la derecha, que les da la mirada convencional sobre el mercado de trabajo. Dicen, no, tienen que conseguir laburo. Ya laburan. ¿Y el laburo qué hacen? Es bastante importante. Cocinan para los pibes. Es un laburo muy útil socialmente. ¿Qué pasa? El mercado no lo paga. Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer nosotros? ¿Buscar la forma de que el mercado lo remunere y que esas mujeres consigan trabajo registrado en otro lado? ¿Y quién cocina para los pibes? O lo que tenemos que hacer es reconocer que hay tareas que son socialmente útiles, en su mayor parte realizadas por mujeres, que el mercado no remunera en absoluto o que remunera muy mal. Y entonces tenemos que buscar la forma de que sean remuneradas, porque tienen que existir. Entonces, cuando pasamos a pensarlo de esa manera, decimos, no, pará, la cocina tiene que cocinar a los pibes. Y tenemos que darle apoyo a eso. Y si no hay ningún mercado que lo pague, porque los pibes no pueden comprar eso, lo tiene que pagar el Estado. Y entonces el Estado tiene que reconocer ese derecho y reconocer la utilidad de esa tarea. Si cambiamos esa mirada, entonces podemos repensar todo lo que tiene que ver con la protección social asociada al trabajo. Todo lo que tiene que ver con la inserción, con la cuestión socioemocional vinculada al trabajo. Con los riesgos psicosociales del trabajo que terminan recayendo muchas veces, digo, trabajadores que tienen problemas vinculados a la asociación psicosocial y terminan recayendo en sus propios empleadores para ser atendidos o para ser... ¿Con quién hablamos cuando tengo un problema en el trabajo? No, bueno. Un montón de situaciones en las cuales, bajo nuestra normalidad, siguen descansando en el mercado de trabajo, pero que en los hechos se solucionan de muchas formas distintas. La sociedad las resuelve de muchas formas distintas que siguen siendo presentadas como anormales. Y entonces todo eso sigue siendo normal. Entonces dicen, ah, no, vos conjunturalmente tenés un plan porque hay que comer a los pibes. No, pará, la burro de cocinera popular. Y entonces me parece que ahí existiría la posibilidad de salir por arriba de este atolladero. ¿Cuál es el problema? Con este Gobierno no espero demasiado de eso. Pero el problema que tiene eso, y esto lo dijo Cristina en una de sus cartas, ya creo que ya había dejado la vicepresidencia, pero creo que fue el año pasado, que dijo algo así como, tenemos que darnos cuenta de esto para repensar la representatividad política. Digo, ¿cómo hacemos para pensar qué sectores políticos son los que van a representar los intereses que nos pueden llevar a reconfigurar de esa manera? Porque no van a ser los sindicatos, no van a ser los partidos políticos cuya representatividad hoy en día es pequeña. Entonces eso habilita una discusión mucho más grande, creo yo necesaria, pero que lamentablemente no creo que con este Gobierno se dé. Para mí, en este Gobierno lo que se está dando es un programa escrito por los estudios jurídicos de las grandes empresariales, cuyos trabajadores están todos formalizados, todos, para modificar las relaciones de fuerza al interior de las empresas de trabajadores registrados. Básicamente es eso. Sí, de hecho, son las empresas esas las que hacen ese lobby hace muchísimos años. Pero para mí es importante esta discusión, porque incluso si uno ve estos casi dos años de gestión de Javier Milei, ves no solo un crecimiento en la cantidad de monotributismo y una destrucción del empleo privado registrado tradicional siglo XX, sin tener en cuenta todo esto que traía Nico. Bueno, incluso si vemos este camino, vemos un crecimiento del monotributismo y además un golpe muy fuerte para lo que fue el monotributo social, que era una forma para que muchos trabajadores informales pudieran ir teniendo aportes, o sea, pudieran ir aportando a su caja previsional y acceder a una obra social. El Gobierno hizo muy rígidos los requisitos para entrar. Entonces, el malestar en el mercado laboral va en todas las líneas, no solo por la destrucción del trabajo privado registrado, el despido de más de 50.000 empleados públicos, y además la monotributización de gran parte del mercado laboral y dejar excluidos a los márgenes, a estos que antes entraban dentro del monotributo social y ahora quedan afuera. Lo digo porque la narrativa que va a usar el Gobierno es medio, bueno, pobres contra pobres, trabajadores contra trabajadores; de qué me sirve a mí un contrato laboral de 8 horas o 48 horas semanales si yo ya laburo 13 horas por día. Bueno, va a ser mucho peor en base al recorrido que viene haciendo el Gobierno sin esa reforma laboral. De alguna manera se podría decir que se busca replicar artificialmente el efecto que antes causaba el ejército de desocupados, de presión sobre los trabajadores que sí están ocupados para aceptar peores condiciones, y que ahora, como vos decías, Nico, que no se da un escenario estructural de alta desocupación, esa presión la tenés que meter a través de otros mecanismos y, bueno, facilitarle la cosa a los empleadores en la ley, sin duda lo logra.
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