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29/10/2025 LaNacion.com - Noticias

El pueblo de la puna jujeña que se reinventó gracias a la idea de tres jóvenes: “Queremos que todos los vecinos tengan trabajo”
Paula Soler
Iber, de 26 años, y dos amigos convirtieron a Alfarcito en un destino turístico único; lo lograron con el apoyo de una ONG que trabaja por la movilidad social de chicos de bajos recursos

El pueblo de la puna jujeña que se reinventó gracias a la idea de tres jóvenes: “Queremos que todos los vecinos tengan trabajo”
29 de octubre de 202511:198 minutos de lectura'
“Estamos en medio de la puna jujeña, donde para el mundo no hay nada, pero para nosotros hay mucho”, dijo Iber Sarapura, un joven de 26 años de la comunidad kolla, ante una pantalla repartida en decenas de rostros de chicas y chicos de diferentes provincias del país. Era marzo de este año y así se presentaba junto con tres amigos en un Zoom para cursar su primera clase de comercio electrónico y marketing digital.
Los jóvenes se conectaban desde su pueblo, San Francisco de Alfarcito, situado a 3400 metros del nivel del mar y a más de tres horas de caminos sinuosos de San Salvador de Jujuy, la capital provincial. En el pueblo viven unas 160 personas y su economía principal es la venta de artesanías que hacen con lana de llama y barro. Las casas son de adobe, el agua que utilizan llega a los hogares desde una vertiente cristalina periglacial a través de un sistema de mangueras y desde hace unos 30 años tienen tendido eléctrico.
Hace poco también tienen servicio de internet. Ese día de marzo, Iber y sus amigos -Érica Alejo, de 18, y los hermanos Alfredo y Orlando Quipildor, de 28 y 35 años- comenzaban una capacitación intensiva que ofrece la ONG Semillero Digital a chicos de bajos recursos que buscan su primer empleo en una empresa. Pero el objetivo de los jóvenes de Alfarcito era otro: tener más herramientas para difundir su pequeño pueblo como un punto turístico más de la puna.
“Queremos llevar adelante un proyecto comunitario y sustentable para que todos los que vivimos en el pueblo tengamos más trabajo”, cuenta a LA NACION Iber y desde el otro lado de la línea suena tan ilusionado como seguro.
Iber y sus compañeros creen que el turismo sustentable y comunitario puede ayudar a todos los pobladores de San Francisco de Alfarcito a vivir mejor
Ricardo Pristupluk
Pasados siete meses, junto con sus compañeros ya están por terminar la cursada anual que propone Semillero Digital, una organización que arrancó por 2019 desde la inquietud de un grupo de profesionales de la comunicación, la tecnología y el marketing digital.
“Siempre lo social nos interesó y a la hora de contratar jóvenes talentos nos dimos cuenta de que teníamos que dar más oportunidades a quienes no las tenían y para eso había que capacitarlos, porque el talento no sabe de clases sociales”, cuenta a este medio Alejandro Klingenfuss, especialista en proyectos con impacto social y cofundador de Semillero Digital.
La organización cuenta con profesionales que ofrecen dos cursos virtuales de nueves meses, uno de e-commerce y el otro de marketing digial, a jóvenes de bajos recursos económicos. Además, los acompañan en su búsqueda laboral a través de capacitaciones en habilidades blandas y una red de empresas voluntarias que conforman una bolsa de trabajo.
En sus seis años de vida, unos 800 chicos y chicas egresaron de sus capacitaciones, de los cuales 180 ya fueron empleados.
El emprendimiento que propone Iber y sus amigos es diferente. Es comunitario y representa un poco el espírituo de Semillero, dice Klingenfuss y explica: “Buscamos que la transformación que creó lo digital en nuestras vidas sea una oportunidad para una transformación social donde las herramientas para crecer y salir de la pobreza económica sean accesibles para todos”.
Demián Niedfeld, uno de los fundadores de Semillero Digital, junto a Iber durante una visita a Alfarcito
Gentileza Semillero Digital
Cuando Iber era pequeño, no pensaba en cuál sería su destino. A diferencia de otros chicos de su pueblo que deseaban irse a la ciudad para ser policías o maestros, él solo sabía que quería quedarse. Sus padres siempre fueron artesanos, como la mayoría del pueblo, pero él no estaba decidido a seguir ese camino.
Junto a su hermana fue a la única primaria que hay en el pueblo y como todos los chicos de allí, cursó la secundaria en una comunidad vecina que queda a 20 kilómetros y a la que se accede solo en micro. “Es una escuela albergue. Los chicos se quedan a vivir ahí durante la semana y vuelven los fines de semana porque es caro ir y venir todos los días”, cuenta.
Cuando Iber terminó la secundaria tenía más en claro que quería “ayudar a que su pueblo fuera próspero”. Estudió la tecnicatura de turismo en San Salvador de Jujuy y al recibirse, en 2021, pasada la etapa de encierro de la pandemia de coronavirus, comenzó a viajar por el país con otros jóvenes de su comunidad para promocionar su pueblo en diferentes agencias de turismo y casas de provincia.
El año pasado, supo del curso que ofrece Semillero Digital gracias a una chica que había llegado por casualidad a Alfarcito cuando visitaba algunos destinos de la puna. Encantada con el lugar y la calidez de la gente, no podía creer que Alfarcito tuviera tan poca difusión.
“Me comentó que Semillero ofrecían cursos gratuitos y nos pareció interesante porque no siempre hay oportunidades para hacer una capacitación virtual y prácticas con empresas”, cuenta.
Iber y sus compañeros se conectan todas las semanas desde su pueblo para seguir la cursada de marketing digital
Gentileza Iber Sarapura
Klingenfuss dice que Iber y sus compañeros fueron muy entusiastas desde el primer día. “Una vez se cortó la luz en el pueblo y corrieron hasta lo de un vecino que tiene un grupo electrógeno para conectarse nuevamente a la charla que estábamos dando”, comenta.
Si bien Iber tenía conocimientos de turismo por su carrera, sabía que tenían que explotar más la posibilidad de llegar a la gente a través del mundo virtual. “Aprendí mucho, ahora tengo más herramientas para gestionar y crear comunidades en redes sociales, hacer campañas digitales y vender mejor los productos y servicios de mi pueblo”, dice Iber. Y destaca: “Pero no queremos perder nuestra esencia de comunidad kolla”.
Iber dice que Alfarcito, que empezó como poblado en 1880, no está detenido en el tiempo, que el tiempo se detuvo allí para ser disfrutado. Que cada montaña que lo circunda se ve de diferentes colores según el momento del día, que las casas de adobe se abren con aroma a merienda para quien lo necesite, que las sonrisas son sinceras, que allí el cielo de día no tiene límites y de noche se asoma tan lleno de estrellas que parece que alzando la mano se las puede desordenar.
En el perfil de la cuenta de Instagram del pueblo que fueron creando los jóvenes, se lee: “Conecta con nuestra comunidad; disfruta de nuestro patrimonio cultural y natural; viaja con conciencia”.
San Francisco de Alfarcito está rodeada de montañas; Iber cuenta que el mismo pueblo les puso un nombre ya que todo se decide en comunidad
Ricardo Pristupluk
“Queremos que quienes vengan, vivan y disfruten como vivimos y disfrutamos nosotros del pueblo y la naturaleza”, cuenta Iber para destacar lo sustentable de su proyecto, que además es comunitario porque los ingresos son repartidos en toda la comunidad.
Explica que hace 23 años su pueblo comenzó a ofrecer este tipo de turismo gestionado por la comunidad. “Nosotros lo que hacemos es aportar nuestro granito de arena en la parte digital, para que lleguen más visitantes y haya más trabajo para todos”, explica Iber.
El dinero que se recauda en los tres hospedajes del pueblo, en los dos comedores y en los dos talleres donde se venden artesanías, se junta en un fondo común para el mantenimiento de los emprendimientos y para pagar los honorarios de quienes trabajan. Y en esos puestos de trabajo se van turnando todas las familias.
Debido a que en sus tres alojamientos tienen solo 22 camas, esa es la cantidad de visitantes que pueden albergar. “La idea no es enriquecernos, sino tener lo básico para vivir, porque ya estamos rodeados de lo que necesitamos”, cuenta el joven.
Cuando analiza el impacto que está teniendo el desarrollo de la difusión por redes, dice que si bien no ha aumentado mucho la cantidad de vistantes, tienen más seguidores en Instagram y aumentó la cantidad de consultas por la propuesta turística.
“Por mes tenemos de 3 a 5 reservas de 2 o hasta 5 personas por grupo. Las personas que han venido valoraron mucho no solo el paisaje, también el trato cálido que les hemos dado y la autenticidad de nuestro pueblo y costumbres. Aún falta mucho trabajo por delante para que nos conozcan más”, comenta.
Luego, retoma la frase que dijo en marzo: “Desde Semillero nos dieron esta gran posibilidad de seguir aprendiendo herramientas para mostrar que en este punto de la puna hay mucho. Que esa posibilidad exista también es trabajar en comunidad.”.
Si querés saber más sobre Alfarcito y el proyecto de turismo sustentable que promueven Iber, Érica, Alfredo y Orlando podés acceder a sus redes desde acá
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