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Bárbara Lluch: "'Salomé' tiene una actualidad política feroz"
Marcelo Zapata

“‘Salomé’ es tan sorprendente. Yo creo que podría haber sido escrita hoy”, dice a este diario Bárbara Lluch , quien pondrá en escena a partir de hoy, en el Teatro Colón, la ópera en un acto de Richard Strauss basada en la obra de Oscar Wilde , que se inspira en un argumento bíblico. “Tiene aspectos políticos fundamentales que recuerdan, desgraciadamente, a los que estamos viviendo en estos días en tantas partes del mundo”.
Lluch , directora de escena catalana, ya tiene una prestigiosa trayectoria pese a su juventud. Con un pasado de actriz en el cine español, durante su residencia de una década en Londres trabajó junto con directores célebres como Bob Wilson, David McVicar y Romeo Castellucci, antes de iniciarse en la dirección de ópera con “Le cinesi” , de Manuel García .
Posteriormente puso en escena la versión lírica de “La casa de Bernarda Alba” , de Federico García Lorca , compuesta por Miguel Ortega , y más recientemente “La sonámbula” (2022), “La Regenta” (2023) y “Marina” (2024). Lluch nació en Barcelona y proviene de una familia de artistas. Es nieta de la mundialmente célebre Nuria Espert , a quien los argentinos recordarán en especial por su revolucionaria versión de “Yerma” , de García Lorca , con dirección del argentino Víctor García .
“Salomé” se representará con dos elencos en una nueva producción del Teatro Colón, con la dirección musical de Phillipe Auguin , al frente de la Orquesta Estable. Los papeles protagónicos estarán cubiertos por Ricarda Merbeth y Carla Filipcic Holm (Salomé), Norbert Ernst y José Ansaldi (Herodes), Nancy Fabiola Herrera y Adriana Mastrángelo (Herodías) y Egils Siliš y Hernán Iturralde (el Bautista Jokanaan).
Además del estreno, hoy a las 20, volverá a representarse entre mañana y el viernes, siempre a la misma hora, el domingo 2 a las 17 y el martes 4 de noviembre a las 20.
Aquí el diálogo que tuvimos con Lluch en un alto de los ensayos.
Periodista: La escenografía de Daniel Bianco, ese anillo gigantesco con forma de caracol, recuerda algo a Wagner
Bárbara Lluch: Es cierto, y lo que se destaca es ese pozo en el centro que representa la cloaca, los desechos, la podredumbre del poder. Evoca a Wagner y también a los círculos del infierno en Dante. Cuando uno lleva tanto tiempo trabajando con una ópera, y hace tres años que lo venimos hacemos con ésta, las significaciones se van superponiendo.
P.: ¿Es tu primera puesta de “Salomé”?
B.L.: Sí, la primera propia. Pero cuando trabajaba en Londres asistí y repuse la versión de David McVicar en la Royal Opera House. McVicar es un director que me gusta muchísimo, de modo que mi primer acercamiento a la obra lo hice entonces. Yo ahora me enfoco en la interpretación que más me apetece, con la que quiero llegar al público. Con toda esa experiencia entré en el matiz psicológico, que es el que más me atrae.
P.: ¿En qué consiste ese matiz?
B.L.: Sé que el público argentino tiene un interés y una experiencia muy intensa con el psicoanálisis. Yo sabía que aquí iba a interesar ese juego que se establece en la tríada entre Salomé, Herodes y Herodías, con el Bautista Jokanaan como objeto del deseo circunstancial. Me encanta la terapia, me encanta Freud. Por eso, tenía claro que debía indagar en la psiquis de Salomé, esa niña de 16 años, qué cosas le habían ocurrido en su infancia para que le parezca normal pedir la cabeza de un ser humano, y se la den, lo cual mete a Herodes en un problema político. ¿Qué es lo que la convirtió en un monstruo? Allí tiene que ver su infancia.
P.: Episodios terribles.
B. L.: Sin duda. Lo que le ha pasado lo cuenta Oscar Wilde. Ella tenía un padre a quien asesinaron su madre, Herodías, junto con Herodes. El padre estuvo encerrado en la misma cisterna del Bautista antes de ser ejecutado. La niña oía la voz de su padre en esa misma cisterna donde ahora está el Bautista. Herodes, el padrastro, tiene una obsesión erótica con ella desde que era niña. El espectador le dará el grado, la temperatura que quiera a ese acoso, pues yo no se la he puesto. Hubo abuso, es cierto, pero será el público quien imagine de qué tipo. Y qué papel jugó allí Herodías, que tiene tan poca música en comparación con Herodes, pero que está constantemente presente. ¿Cómo es su papel? ¿Cómplice, observadora, víctima? La política nos enseña que si no hacemos nada ante lo siniestro nos volvemos cómplices, y eso en la obra de Wilde está muy marcado. Todos saben que ahí está pasando algo terrible y nadie hace nada.
P.: Las víctimas se transforman en victimarios.
B. L .: Tal cual. Los abusadores, lo sabemos, tienen por lo general un pasado de abusados. Ese es el caso de Salomé.
P.: Además, rara vez se piensa en Salomé como en una niña. Se la considera algo así como una bomba sexy, a lo cual ha contribuido la tradición en las puestas, en particular la famosa Danza de los Siete Velos, sin contar a Rita Hayworth en Hollywood .
B. L.: Por supuesto. Ninguna niña o adolescente podría cantar ese papel, luchando contra una orquesta monstruosa y una partitura tan compleja como la de Strauss. Tiene que ser una cantante con experiencia y la edad suficiente como para abordar el papel. Por lo tanto, si bien vemos en escena el cuerpo de una mujer, el personaje es el de una niña.
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Bárbara Lluch en pleno ensayo de la ópera de Richard Strauss. Foto: Prensa Teatro Colón/ Juanjo Bruzza.
P.: ¿Hay una sustitución de la cantante por una bailarina en la Danza de los Siete Velos?
B. L.: Sí. Nosotros hemos hecho un cambio durante esa escena. Son unos diez minutos de danza que representará el viaje al subconsciente de la protagonista. La cantante será sustituida por una niña de unos cinco años.
P.: Pero eso es novedoso, tiene un sentido distinto. Porque en los casos en que hay sustitución se hace con una bailarina adulta.
B.L.: Así es. En este caso es una niña.
P.: ¿Y en qué otro aspecto pone el foco esta versión?
B. L.: “Salomé” es tan sorprendente. Yo creo que podría haber sido escrita hoy. Tiene una actualidad casi feroz. Hay aspectos políticos fundamentales, y similares a esta época tan políticamente difícil que atravesamos. Yo, por primera vez, siento que no puedo decir todo lo que pienso por temor a las represalias. Como mujer, no puedo creer en las cosas que se dicen hoy en los Parlamentos, las cosas que dicen algunos políticos que eran impensables hasta no hace mucho. Vamos poco a poco hacia una censura inconcebible…
P.: Actualmente, en algunos videos de Instagram se censuran con un “beep” palabras como “suicidio” o “muerte”.
B. L.: Todo, educación, sanidad, la mujer, los derechos de los homosexuales. Hay un retroceso cultural atroz.
P.: La gran paradoja es que “Salomé” sea la ópera de un compositor como Richard Strauss, quien a pesar de no haber sido nazi fue presidente del Consejo de Música del Reich hasta 1935, y no emigró luego de Alemania.
B. L. : Toda la ópera huele a fascismo. El ambiente, las guardias de los soldados, el capitán de la guardia. Estamos en un lugar donde la vida no vale nada. Nosotros la hemos ambientado en un país de fascismo europeo, sin especificar cuál porque podría ser cualquiera. Eso también queda a elección del espectador. Cuando yo voy al teatro no me gusta que me den las cosas masticadas, y yo no lo hago cuando pongo en escena una obra. No quiero intervenir sobre la interpretación del espectador, que cada uno lo haga según su historia personal. Quiero una escucha activa. Reitero, esta obra podría estar ocurriendo ahora, tal como está el mundo.
P.: Vas a hacer próximamente “La Bohème” y “Tristán e Isolda”.
P.: Sí. “La Bohème” en el San Carlo de Nápoles. Puccini es alguien a quien escuchamos toda la vida, lo llevamos en el corazón. Hablaremos del amor y el desamor, el miedo a la muerte. Pero “Tristán e Isolda”, ¡ay, vaya tarea…! La montaré en el Liceu de Barcelona. ¡Qué opera intimidante! Y el hecho de que la hayan montado los mejores del mundo tampoco ayuda. Hay tantas puestas y tanta literatura sobre ella… Tantas interpretaciones, que esto viene de aquí, que allí hay una cita de Schopenhauer… Menuda tarea.
P.: También has dirigido zarzuela. La ópera es un género maleable para modernizar, pero, ¿se le puede quitar a la zarzuela ese olor a naftalina que suele tener?
B.L.: Es difícil, pero sobre todo porque en España, por ejemplo, el público espera ver la puesta tradicional de siempre. No quiere que toquen, ni el vestuario o los diálogos, incluyendo las barbaridades que se dicen sobre las mujeres. Yo no podría ser cómplice de algunos de esos textos, pero el público no tiene problemas. ¡Hasta se ríe cuando azotan a una mujer! Y yo no puedo admitir, como puestista, que se haga eso y encima te lo celebren. Por eso, ese tipo de zarzuelas no las hago. Elijo otras.
P.: Hubo, en la ópera, una versión muy discutida de “Carmen”, en la que ella mataba al final a Don José y no a la inversa, como ocurre en Bizet.
B.L.: Pero eso fue una tontería, una chorrada, porque no estás ayudando a Carmen. Lo de Carmen es un femicidio y como tal debe ser contado. Sería como hacer una “Traviata” en la que Violeta se curara y asesinara a Germont por todo lo que le hizo. Un disparate.
P.: Sí, me recuerda al final feliz que tiene “Don Giovanni”, que Mozart tuvo que darle, dicen, contra su voluntad. A propósito, leí que hiciste una ópera llamada “Don Juan no existe”.
B.L.: Sí, es de una compositora joven, catalana, que ganó un concurso del cual participé como jurado. Es sobre una condesa española, feminista, muy implicada en la política, que se harta de ver tantos “Don Giovanni” y realiza su propia investigación. En España ser un Don Juan sigue queriendo decir ser un conquistador de mujeres…
P.: También acá. Se lo debemos a Tirso de Molina.
B. L.: Pues bien, esa condesa trata de socorrer a una de esas mujeres víctimas de Don Juan, y la pasa fatal. Fue un reto muy interesante. Se acaba de estrenar en Sevilla a la par de “Don Giovanni” en La Maestranza.


Imagen: ambito.com - ambito_espectaculos


#37569652   Modificada: 28/10/2025 15:03 Cotización de la nota: $529.812
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