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24/10/2025 Clarin.com - Nota
Mundos íntimos. La ciencia no daba respuesta a mi hijo discapacitado. La busqué yo: fundé un centro para las personas diferentes. Luis Del Biaggio Hacia adelante. En 1979 nació Papo, al inicio fue a una escuela especial pero la incógnita era qué haría después. El autor se juntó con otros padres y dieron vida a un lugar único en Benito Juárez. Luis Del Biaggio, responsable del centro Despertares de Benito Juárez. La idea es que los adultos con discapacidad también tengan un lugar donde ir. Me dicen “Loco”. Tengo 76 años y nací y viví toda mi vida en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires. Mi historia personal está atravesada por complicaciones de salud que enfrenté desde chico y por lo que significó para mi esposa y para mí el hecho de que nuestro hijo mayor haya sido diagnosticado con retraso mental severo. Pero sobre todo, mi vida está marcada por el Centro de Día Despertares, un espacio que fundamos hace casi tres décadas con un grupo de padres de chicos discapacitados, y al que hoy concurren -sin pagar un peso- unas 190 personas de nuestra ciudad y de la región. Toda esta obra -que cuando yo no esté va a quedar para el pueblo-, todo el trabajo que hicimos y que seguimos haciendo cada día, empezó por mi primer hijo, Papo. Esta también es su historia, y la de muchos y muchas como él. Para contarla, tengo que remontarme tiempo atrás. Cuando cumplí nueve años, mis hermanos y yo nos quedamos sin papá. Estábamos criados bien, teníamos niñera e iba gente a limpiar a casa. Pero de golpe y porrazo mamá tuvo que salir a fregar pisos para mantenernos, así que me largué solo y a los diez años empecé a trabajar. Estaba en un almacén a la mañana y en un supermercado a la tarde y a la noche iba a la nocturna, hasta que terminé la primaria. En la vida me pasó de todo, y en salud me tocaron feas. A los 14 años me operaron de un tumor en la cabeza. Pero no fue lo único. Me operaron de cáncer de vejiga, tengo cuatro operaciones de columna, dos de caderas, una de cáncer del oído, y angioplastía en ambos miembros inferiores. Hasta me tocó estar seis meses paralítico. Creo que soy un privilegiado de estar vivo. Centro Despertares de Benito Juárez. Participantes con discapacidad junto a la docente Pamela Presa. Y siempre me la rebusqué. Fui camionero, florista, funebrero, peón de albañil y de campo y vendedor de vinos. Me gusta decir que hice de todo, menos quedar bien. Vendiendo casa por casa conocí a mi señora, Angélica Ester. El 5 de mayo de 1979, justo un año después de habernos casado, nació nuestro primer hijo, Fernando Daniel, a quien siempre le dijimos Papo. Iba todo bien, pero siendo él chiquito empezó a engordar de golpe. Ni bien nos dimos cuenta nos fuimos al Hospital Gutiérrez. Y tuvimos que seguir yendo todos los meses, durante cinco años, a dedo desde Benito Juárez hasta Capital. Los médicos probaron de todo. Hasta que llegó un momento en el que el doctor nos dijo que la ciencia no tenía nada más para hacerle. El diagnóstico fue retraso mental grave. Cuando te dicen eso, tenés que ponerle el pecho porque es tu hijo. Y fue por él que yo me involucré en todo esto, me involucré en hacer el Centro de Día, en la escuela y ahora en el hogar que estamos construyendo. Todo gracias a mi hijo, que sigue viniendo a Despertares de lunes a viernes. Un momento clave de esta historia es el día que fui a una reunión de padres a la que habían convocado en la escuela 501. Ahí concurría Papo, porque era el único lugar para discapacitados que había en Benito Juárez a principios de los años 90 . Fue mi señora quien me propuso que fuera a la asamblea anual, que se hacía cada 25 de mayo. Y fui, sin imaginarme lo que iba a pasar. A veces uno abre la boca y no sabe por qué lo hace, y después de la reunión se me ocurrió preguntarle a la directora qué opciones tenía para hacer con Papo cuando él ya no pueda ir más a la escuela. En esa época, las personas discapacitadas estaban escolarizadas sólo hasta los 18 años. El vivero del centro Despertares de Benito Juárez. De espaldas, su director, Luis Del Biaggio. La directora me dijo, “Mirá Loco, cuando Papo termine en la 501, se tienen que juntar con un grupo de padres y hacer un centro de día o un taller protegido”. Cuando la escuché pensé que me estaban hablando en chino, porque no entendía nada. Pero ella me entregó dos hojas. Una tenía la definición de centro de día y otra la de taller protegido. Volví a casa, pensando. Justo estaba mi cuñado, y se me ocurrió pedirle prestado su auto. Cuando me preguntó para qué, le dije que me iba a visitar a algunos conocidos para armar una comisión de padres de chicos discapacitados . Así empecé, tocando timbres por Juárez. Y nos fuimos juntando. El 25 de mayo de 1993 había sido la reunión en la escuela y conformamos la Asociación de Padres de Personas con Discapacidad de Benito Juárez el 26 de junio. De ese día no me olvido más, porque esa misma tarde me fui corriendo al hospital porque estaba naciendo mi hijo más chico. Lo primero que hicimos con la comisión fue un concurso para elegir un logotipo que nos represente, y después nos largamos a manguear. Necesitábamos un lugar propio y para eso teníamos que conseguir un terreno. Yo había sido “plantólogo” de la Municipalidad, que era algo así como director de Parques y Paseos Públicos. Por eso conocía a muchos, así que me fui a Obras Públicas y pregunté si no sabían de algún terreno con todos los servicios. Por esa época tenía afinidad con el intendente, Rafael Magnanini, un sufrido igual que yo, hincha de Racing. Con la gente de la comisión le habíamos pedido una reunión, pero nos agendaron para quince días después. Entonces uno de mis conocidos en Obras Públicas, sabiendo del encuentro que íbamos a tener con Magnanini, me dijo “Loco, pedile la Cerámica”. Era una fábrica que llevaba más de sesenta años abandonada. Yo vivía cerca, así que cada dos por tres me iba hasta la esquina y me la pasaba mirando, pensando, imaginando. Los yuyos llegaban hasta arriba. El día de la reunión con el intendente fuimos todos los padres de la comisión, no faltó ninguno. Ahí mismo le pregunté a Magnanini por la Cerámica. Me respondió directo que le llevemos el proyecto, así nos largábamos a conseguir fondos para empezar la obra. El resto de la comisión me miraba, no podía creerlo. Y yo tampoco. Un amigo arquitecto nos iba a dar una mano, pero él no sabía de construcción adaptada a discapacitados. Entonces con mi mejor cara de piedra me fui a La Plata llevando una hoja oficio con un boceto a lapicera de lo que quedaba de la Cerámica. En el gobierno de la Provincia me recibieron bien y me dijeron que tenían gente especializada para lo que estaba buscando. Yo estaba como chico con zapatos nuevos. Al tiempo empezamos a construir. Pero a la vez empezaron las críticas. Que era todo política, que el Loco nunca lo iba a hacer. Así pasaron los días, hasta que terminamos la obra. Inauguramos el 9 de octubre de 1997, y el 3 de noviembre empezamos a funcionar. Lo que fue esa fábrica abandonada, hoy es el Centro de Día Despertares. Un edificio adaptado en el que tenemos aulas, cocina, gimnasio de rehabilitación, un salón de usos múltiples enorme, un comedor en el que almorzamos todos juntos, un invernáculo . Acá se hace folklore, murga, música, teatro, educación física, equinoterapia. Tenemos consultorios para kinesiólogos, terapia ocupacional, fonoaudiólogos, psicopedagogas, psicólogos, y enfermería. Dentro de la comunidad somos referentes por la cantidad de especialidades que atendemos. Hasta una escuela propia tenemos. Y seguimos, porque estamos levantando un hogar, y queremos hacer una pileta. La primera camada fue de 60 concurrentes. Empezó siendo una institución para chicos discapacitados que hayan terminado la escuela, pero hoy asisten 186 personas niños, adultos , juveniles y adultos con todo tipo de discapacidades. A todos llamo por sus nombres, y ellos a mí. Vienen de Benito Juárez pero también de Tandil, Vela, Barker, Juan N. Fernández, Tres Arroyos, Gonzales Chaves, De la Garma, Azul y Chillar. Los vamos a buscar en combis propias. Nadie que concurre a Despertares paga, y no tenemos ayuda del Estado. Somos una institución sin fines de lucro, y seguimos funcionando como una Asociación de Padres. Tenemos una rifa que nos ayuda un poco, pero sobre todo nos manejamos con obras sociales y donaciones. Yo veo un conocido y le pregunto si me puede regalar una vaca, después pido a alguna carnicería que la desposte, y así tenemos para cocinar unos días. Pero cobrar, no le cobramos a nadie. Incluso si algún chiquito es de Juárez y no tiene obra social, lo atendemos igual. Y el centro de día, cuando ni mi señora ni yo estemos, quedará en la comunidad. Esto es del pueblo, y acá atendemos a todos y es para todos. Porque la discapacidad no tiene fronteras ni religiosas, ni políticas. Llego todos los días a las 6 de la mañana, pero no tengo horario para irme. Antes pasaba más horas, y hasta venía los domingos, pero últimamente me estoy yendo un poco más temprano. Después de Papo tuvimos tres chicos más, Juan Cruz, Leonardo y Gastón Aníbal, y todos tuvieron hijos, así que quiero disfrutar de los nietos. Si miro para atrás en el tiempo, veo algo que nunca creí que iba a lograr. Ni siquiera imaginaba que un tipo que casi ni escribe ni lee como yo, se iba a dedicar a esto. Pero cuando lo hice, empezaron a decir que “el Loco puede” y que “el Loco sabe”. Yo andaba con la bolsa hombreando, y me salió esto en el transcurso de la vida. ¿Quién lo iba a pensar? Cuando me quise acordar, me encontré con algo inmenso para manejar. Fue todo a raíz de ser un poco atrevido y otro poco porque me empujaron. La gente me criticaba, pero cuando lo hacían, yo sentía que me enchufaban corriente. Y todavía es así. En el futuro, esto va a seguir creciendo. Tenemos casi 140 empleados, y estamos haciendo el hogar donde van a trabajar 80 personas más. Así que somos una fuente de trabajo importante en Benito Juárez . Pero queremos crecer más, y aunque tenemos mucho, también nos falta. En Despertares lloré el día que inauguramos, y después, nunca más. Soy medio duro. Aquel 9 de octubre del 97, habíamos cortado la cinta y caminé por el pasillo hasta llegar a la calle. Me di vuelta, miré, y me di cuenta de que estaba llorando solo. Pasó mucho tiempo, ahora todos mis hijos tienen familia, y la pregunta que me hago es la misma que me hice aquel 25 de mayo en la reunión de padres, quién va a cuidar de Papo cuando yo no esté. Pero sé que, en el Centro de Día, él y muchos como él, siempre van a tener un lugar. -------------- Juan Manuel Artero participó de esta investigación periodística.
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