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23/10/2025 Clarin.com - Nota
Y llegó el Antropoceno... Carlos Reboratti Geógrafo (UBA) La llamada “edad del hombre” empezó a aparecer cada vez más seguido en boca de científicos, economistas, periodistas, escritores y hasta artistas. Es importante saber de qué se trata. Daniel Roldán Uno de los varios objetivos de la educación consiste en tratar de situar a los alumnos en el tiempo y el espacio, lo que se logra a través de frecuentes contactos con la historia y la geografía, tanto en el colegio primario como en el secundario. En ambas el método consiste en ubicarlos, en diferentes escalas temporales, en una imaginaria línea de tiempo fragmentada en partes. En historia éstas se llaman “edades” (antigua, media, etc.) que comienzan aproximadamente con la aparición en la Tierra del hombre con sus características actuales, y están limitadas por ciertos sucesos históricos que se consideran relevantes, por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789, que separa la edad moderna de la contemporánea, en la cual nos encontramos. En geografía y más específicamente en geología, se usa una escala temporal muchísimo más larga y con fragmentos también más grandes porque aquí la presencia del hombre no es tan importante, ya que la línea de tiempo comienza con la formación de la Tierra y los fragmentos se refieren a grandes cambios geológicos. Por lo tanto nosotros aparecemos muy al final de esa línea. En este caso los fragmentos temporales se llaman eras, a su vez divididas en periodos y más detalladamente en épocas. Según esta periodización, actualmente estaríamos transitando la época del holoceno, dentro del periodo cuaternario y la era del cenozoico. Aunque cuesta memorizar tantos nombres, hasta hace pocos años y para hacer un poco de facha en alguna reunión, podíamos decir entonces tranquilamente que vivíamos en el Holoceno. Y allí fue cuando alguien nos preguntó: ¿Cómo, no estábamos en el Antropoceno? La palabrita, que en una traducción rápida de sus raíces griegas quiere decir algo así como “edad del hombre”, empezó a aparecer cada vez más seguido, en boca de científicos, economistas, periodistas, escritores y hasta artistas. La verdad es que tiene “gancho”, y por eso se está haciendo cada vez más común, y por lo tanto antes de usarla vale la pena preguntarse de qué se trata. En realidad todo empezó a principios de este siglo, cuando a un científico, un a un químico, nada menos que premio Nobel, se le ocurrió usarla en una reunión académica para definir la época actual. La idea básica – y aún lo sigue siendo – es que a lo largo de su historia el hombre y sus actividades han ido generando un impacto creciente e incontenible en la Naturaleza, es decir, en su propio ambiente. Entre otras la deforestación masiva, la pérdida de especies animales, la contaminación del agua, el aire y el suelo a partir de la generación de contaminantes y la extracción de recursos naturales, han tomado una escala tan grande que tiene proporciones casi geológicas y sus efectos son ya irreversibles. Tal situación por si sola justificaría que definamos un nombre especial a este momento que vivimos, y la idea prendió rápidamente. Primero generó una disputa entre los propios geólogos, que sospechaban de la aparición de una época donde el hombre tuviera tanto peso, y tanto sospechaban que finalmente rechazaron su uso formal en términos geológicos. Pero ya era tarde: muy rápidamente el término fue captado por las ciencias sociales, donde generó una discusión entre sociólogos, filósofos y otras disciplinas del área, no tanto con respecto al uso de la propia palabra, sino a su significado y, sobre todo, cuándo empezaba ese periodo en la historia. Como suele suceder en esa rama del saber, allí las posiciones fueron muy variadas, y aun cuando todos están más o menos de acuerdo en que el período se define cuando el hombre comenzó a tener influencia sobre el ambiente en que vive, se sigue discutiendo sobre si el ya famoso Antropoceno comenzó cuando se inventó la agricultura, o cuando esta comenzó a expandirse masivamente, o cuando se comenzó a aplicar en gran escala la industria a las labores humanas, o cuando explotó la primera bomba atómica y así por el estilo. Para ponerle un poco de pimienta a la discusión, algunos van más allá y proponen que el término es demasiado amplio y debería ser más específico, reemplazándolo, por ejemplo, por “capitaloceno”, indicando la importancia del inicio del capitalismo en nuestra mala relación con el ambiente. Como en las ciencias sociales por suerte nunca hay una última palabra, cada cual es dueño de opinar en forma fundamentada sobre el tema y proponer un nuevo punto de comienzo.. La palabra se siguió extendiendo en otros campos y hoy ya es de uso casi común, pero, para no pasar por chanta o pedante, antes de usarla hay dos cosas que deberían quedar claras: una es que el uso de la palabra implica la preocupación por el cuidado del ambiente, otra es que no debería confundirse con las eras geológicas tal cual las definen los especialistas. Si su uso aparece como problemático, siempre se puede volver a los viejos dichos como “los tiempos que vivimos” o “el mundo que nos toca”. Usarlos seguramente sonará algo antiguo, pero la mayor parte de la gente los entiende.
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