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23/10/2025 Clarin.com - Nota
Un estudio de 30 años revela si comer temprano o tarde alarga la vida Durante tres décadas se analizó cómo cambian los horarios de las comidas con la edad. Los resultados ofrecen nuevas pistas sobre la relación entre los ritmos del cuerpo, la alimentación y la vejez. Comer temprano o tarde: un estudio de 30 años revela cómo impacta en la longevidad. El paso del tiempo no solo deja huellas visibles en el cuerpo: también altera rutinas invisibles que sostienen la salud . Entre ellas, los horarios de las comidas . Un estudio británico de largo alcance reveló que, a medida que envejecemos, la ventana de alimentación diaria se acorta y las comidas tienden a desplazarse hacia más tarde en el día, un patrón que podría influir en la longevidad. Los investigadores siguieron durante más de 30 años a casi tres mil adultos, analizando cómo varían sus hábitos alimentarios y cómo estos se relacionan con el estado de salud y el envejecimiento. El trabajo, que forma parte del Estudio Longitudinal de la Universidad de Manchester sobre Cognición y Envejecimiento , mostró un hallazgo clave: el desayuno y la cena se retrasan con los años, mientras que el almuerzo se mantiene estable. Comer temprano o tarde: dos patrones con resultados muy distintos. Foto: Freepik Este desplazamiento no es casual. Según los especialistas, los ritmos circadianos , estos relojes biológicos que regulan funciones como el sueño, la temperatura corporal o el metabolismo, también marcan la pauta de cuándo comemos. Cuando el reloj interno y el externo dejan de sincronizarse, el organismo paga un costo que puede reflejarse en energía, digestión y, a largo plazo, en la esperanza de vida. Uno de los hallazgos más llamativos del estudio fue la identificación de dos grupos claros: quienes comen temprano y quienes comen tarde. Con el tiempo, ambos patrones mostraron diferencias significativas. Diez años después del inicio del seguimiento, la supervivencia fue del 89,5 % entre los madrugadores y del 86,7 % entre los comedores tardíos. La diferencia puede parecer pequeña, pero en un estudio de miles de personas y de tres décadas de duración, se considera relevante. En particular, el desayuno apareció como la comida más determinante . Cuanto más se retrasaba, mayor era el riesgo de mortalidad, incluso tras ajustar por variables como el sueño, el ejercicio o la clase social. Los científicos plantean que retrasar la primera comida del día podría reflejar desequilibrios más profundos, como la pérdida de apetito , la fatiga o la presencia de enfermedades crónicas. Genética, ritmos y envejecimiento: por qué algunos comen más tarde. Foto Shutterstock. En otras palabras, no se trata de que desayunar tarde cause directamente una menor longevidad, sino de que podría ser un indicador temprano de alteraciones físicas o psicológicas. Además, quienes comen más tarde tienden a acortar su ventana diaria de ingesta, lo que reduce el tiempo para distribuir adecuadamente los nutrientes. A largo plazo, esto podría impactar en el metabolismo, la digestión y el descanso. Los investigadores también exploraron la influencia genética y descubrieron que los genes asociados a un cronotipo vespertino —personas más “nocturnas”— se relacionan con comer más tarde en el día. Este patrón no solo desplazaba el desayuno, sino también el almuerzo y la cena, acortando la ventana total de alimentación. Curiosamente, los genes vinculados con la obesidad no mostraron relación directa con los horarios de comida, aunque sí influyeron en la duración total de esa ventana. Esto refuerza la idea de que el reloj biológico y el ritmo de vida son tan importantes como la cantidad de calorías o el tipo de alimento. La ciencia empieza a entender que la longevidad no depende solo de qué comemos, sino también de cuándo lo hacemos. Mantener horarios estables y coherentes con la luz natural —por ejemplo, desayunar temprano y cenar antes del anochecer— parece favorecer el equilibrio hormonal, la digestión y la reparación celular.
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