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21/10/2025 Clarin.com - Nota

Pompi Gutnisky y su lente en los efervescentes 80
Melisa Boratyn
Un viaje y una oportunidad única transformaron a Pompi Gutnisky de estudiante de biología a destacada fotógrafa, trabajando junto a Kuropatwa. Retrató la movida cultural de una época vibrante.

Divina Gloria por Pompi Gutnisky. (Gentileza de la artista)
Hay talentos que se hacen notar enseguida y otros que llegan con el paso del tiempo, como sucedió con Pompi Gutnisky y la fotografía. Si bien nació en una familia que valoraba el arte, no lo vivía a flor de piel, a excepción de su tía, que coleccionaba obras y piezas de diseño de distintas partes del mundo durante los años 60. Por eso, cuando terminó el colegio y haciendo caso a lo que presumía se esperaba de ella, ingresó en la carrera de Biología, que le gustaba a pesar de su exigencia, porque encontraba en la naturaleza la máxima perfección .
Sin embargo, al regresar de un largo viaje junto a su mejor amiga que estudiaba Bellas Artes, decidió cambiar el rumbo y se anotó en el Instituto Nacional de Cine, donde floreció su verdadera vocación. A eso se sumó una oportunidad que marcó su vida , trabajar con Alejandro Kuropatwa . “Cuando empecé no era consciente de su dimensión y trascendencia. En esa época era muy chica, mientras que él ya había hecho de todo. Entré al estudio que tenía en el edificio de Los Lirios sobre la Avenida Rivadavia gracias a su mano derecha, Carlos Trilnick , que fue muy generoso conmigo, hasta que tomó otro trabajo y quedamos nosotros dos”, explica Pompi. “Alex era espectacular. Un verdadero rey de la noche . Con él todo era creatividad y diversión, mientras que yo vivía en un momento de pleno descubrimiento”.
Desfile de Andrés Baño en Garage Argentino.
Entre otras cosas, durante esa época lo ayudó con la muestra Fotografías de Objetos Presidenciales en el Museo de la Casa de Gobierno (1988). Sobre esa experiencia, compartió en una nota de Página/12 escrita por María Gainza : “Mudamos todo el estudio ahí porque los objetos no se podían retirar. Alex se volvía loco con las cosas; me decía: ‘Pompi, mirá qué genial, ¡la banda de Rivadavia!’. Entonces tiraba la banda sobre el acrílico y como caía la dejaba. Era absolutamente intuitivo. Resolvía muy rápido y desdeñaba el virtuosismo técnico. Siempre decía: ‘¡La técnica que la haga otro!’”. Para esa Pompi, todo se volvió una experiencia maravillosa , desde los zapatos que Alex usaba hasta los almuerzos que hacía y sus cumpleaños. “Fue uno de los referentes más importantes en mi vida, no solo por su obra, sino por su magia”.
Curiosamente, por entonces ella estaba más metida en el mundo del cine, por lo que sacar fotos quedaba en un plano más cercano al hobby. “Si salíamos de noche, íbamos a una muestra o un evento, yo llevaba la cámara, pero jamás pensaba que estaba haciendo obra, sino que ese era mi lenguaje y el modo de relacionarme con la gente”. De todas formas, es claro que tenía una cualidad singular, ya que cuatro décadas más tarde ese material mantiene una potencia arrolladora . “Las cosas se daban de manera espontánea o, por lo menos, yo no tenía la avidez de moverme pensando en lo que podía llegar a suceder”, aclara cada vez que puede.
Sin flash, La Organizacion Negra.
En esas vidas de la noche porteña, conoció a una periodista estadounidense de The Herald . Entonces, Pompi empezó a hacer fotos de recitales de rock. “La pasábamos genial porque de pronto nos tocaba ir a ver a Siouxsie and The Banshees , Os Paralamas do Sucesso o Sumo , que de hecho fue mi primer trabajo, donde, buscando el mejor ángulo, me subí al escenario para retratar a Luca. Todo lo hacía de mandada y por instinto, aunque no tuviera ni idea. Otro tema es que —quizás me equivoque—, pero durante los años 80 era difícil encontrar reporteras mujeres en la música o, mejor dicho, que cuando me pegaba al escenario para sacar fotos, a mi alrededor solo había compañeros hombres”.
Después vendrían Charly García , Virus y otras bandas de la efervescente escena porteña. “Viví a flor de piel la famosa primavera cultural de la democracia entre el Parakultural, Cemento, el Centro Cultural Recoleta, Bar Bolivia y el salón Garage Argentino, donde hice fotos de los desfiles de Sergio De Loof , a quien luego retraté para la revista Delfín ”. También hizo fotos de Alex, Divina Gloria y La Organización Negra , el grupo de teatro alternativo que por entonces presentaba Uorc en Cemento.
Arte y moda. Desfile de Sergio De Loof.
“Ellos llegaron de la mano de la democracia con experiencias muy disruptivas, donde se metían enmascarados entre la gente, mientras alguien salía de una bolsa, cubierto con betún y unas uñas larguísimas, que generaba mucha tensión, mientras sonaba una música industrial potente. Algo extremo que evocaba lo que había sucedido en el país y que al mismo tiempo era muy bello visualmente por su puesta y el uso de las luces, algo que era muy conveniente para mí porque no me gustaba usar flash, por lo que podía hacer todo a baja velocidad, metida a un costado del tumulto”, confiesa Pompi.
Sobre estos años, continúa reflexionando: “Los 80 tuvieron mucha efervescencia, así como un lado difícil, ya que en esa escena nocturna había algo sórdido, aunque también se vibraba muy alto. Éramos más libres y no estábamos obsesionados por ocupar lugares u obedecer una estructura, algo que no es malo, pero que hace que se perdiera cierta bohemia”.
La artista Pompi Gutnisky.
Unos años más tarde, encontró un lugar en el cine como jefa de producción para dos largometrajes, Vivir mata de Bebe Kamin (1991) y Rapado de Martín Rejtman (1992). “Había un parate muy grande en la industria y una amiga me habló de un proyecto que no tenía jefe de producción porque la gente con experiencia no se animaba. Sin pensar que estaba a la altura, me mandé y quedé”. Después de la odisea que fue Vivir mata , alguien le dijo a Rejtman que convocara a la chica que estaba a cargo de la producción imposible. “Ahí también trabajé con Rosario Bléfari y Cecilia Biagini. Guillermo Kuitca nos prestaba el auto y tenía que ir a la casa del padre a buscarlo porque no teníamos un peso. Éramos muy jóvenes y juntos formamos una pequeña aldea creativa”.
Guillermo también fue alguien de gran relevancia para Pompi, que formó parte de la primera edición de la Beca Kuitca , donde la conexión con otros artistas y su acompañamiento hicieron que entendiera que no era solo fotógrafa, sino una artista. “Volví a quedar para una segunda edición, lo que fue increíble, aunque para ese entonces ya habían nacido mis hijas y me la pasaba corriendo para llegar. Igual fue una experiencia mágica, así como lo fue trabajar con Kuropatwa. Son los dos grandes hitos en mi vida profesional, además del trabajo que hice con Fernando Bustillo , con quien éramos muy amigos”.
Backstage de la Primera Bienal de Arte Joven.
Con el paso de los años, el mundo editorial empezó a ocupar un lugar importante en su carrera y, de alguna manera, también se coló en su obra. “Por eso en mis fotos actuales aparecen espacios vacíos y lugares marcados por el paso del tiempo, que se hacen presentes en los viajes, cuando ando con la cámara todo el día. De ellos me seduce el factor de la extrañeza, eso que resuena aunque no lo conozcas”.
En estas series prima la espontaneidad que envolvió su juventud. Cuando le pregunto si considera que las fotografías de los primeros años son parte de un legado cultural, reflexiona: “Es posible que haya gente a la cual le interese investigarlas y considere que en ellas hay cierta relevancia. Sin embargo, su mayor cualidad es que nunca tuvieron esa intención, sino que ese material es el resultado de la vida misma , de capturar a los amigos y lo que me parecía interesante. Crear algo libre de etiquetas, que no necesita del halo de solemnidad. Y si bien entiendo que puede haber algo de eso, no quiero que mis fotos pierdan la liviandad con la que nacieron”.


#37082566   Modificada: 21/10/2025 18:02 Cotización de la nota: $2.070.394
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