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21/10/2025 Clarin.com - Nota
Series: entre “Girls” y “Demasiado”. Reinventar el amor en medio de la fatiga tecnológica Maricel Cioce La serie Demasiado explora el presente como un tiempo que no genera pasiones eternas. Hay tropiezos y sobresaltos en el reparto de sentimientos y algoritmos. Demasiado, la serie. La versión 2025 de Lena Dunham. Lena Dunham irrumpió en el panorama cultural como una de las voces más incisivas de la generación millennial. Girls (2012–2017) retrató con crudeza la precariedad laboral y la fragilidad afectiva de un grupo de veinteañeras neoyorquinas. Con Demasiado (Netflix), Dunham regresa una década después para interrogar otro momento cultural: ya no cómo se encuentra el amor, sino cómo –y si acaso– puede sostenerse en medio del ruido, la fatiga y la hiperconexión. Lena Dunham, creadora de Girls y de Demasiado. Foto: AP En diez episodios de poco más de media hora, la protagonista Jess ( Megan Stalter ) no despliega gestos heroicos. Su épica es mínima: un audio de WhatsApp borrado demasiado tarde, una llamada interrumpida por mala señal, un video viralizado por error. Es en esa torpeza digital (tan reconocible para cualquier espectador contemporáneo) donde la serie sitúa su verdad: el amor no como promesa de eternidad, sino como sobresalto o tropiezo. A comienzos del siglo XX, Georg Simmel hizo algo que parecía un desvío excéntrico: puso a los sentimientos bajo la misma lupa con la que se analizaban la economía o la política. En Fragmentos de una filosofía del amor (1907), escribió que el amor no es una esencia eterna, sino una forma cultural: un territorio con reglas invisibles, convenciones y hasta una gramática propia. En Demasiado , ese vértigo moderno se encarna en lo digital: lo íntimo expuesto a la luz despiadada de las redes. En un episodio, un compañero de trabajo confiesa que antes de salir del clóset subía a internet videos rapeando letras machistas para convencer (y convencerse) de su heterosexualidad . No era música: era una máscara, una performance diseñada para encajar, para decirle a una audiencia hipotética que pertenecía. Lo que antes se negociaba en la mesa familiar hoy se representa frente a la cámara de un celular ; y la mirada ya no de los padres o vecinos, sino la de un público global y anónimo. Simmel ya lo había advertido: el amor clásico, en la tradición platónica, no se dirigía al individuo concreto, sino a lo que encarnaba: la belleza, la virtud, lo eterno. El amor moderno, en cambio, arriesga fijarse en lo irrepetible. Ama lo que no puede repetirse. Ese gesto es también una condena: lo único que sostiene la relación es la fragilidad de nuestras biografías frente al murmullo incesante de las convenciones. Girls fue premiada como mejor serie de comedia musical y mejor actriz. “Quiero un mundo en el que la amistad sea apreciada como una forma de romance”, escribe Alok Menon , poeta queer , en La reinvención del amor (Siglo XXI, 2025), el nuevo libro del sociólogo Joaquín Linne . Un trabajo reciente que explora, desde la autoetnografía, cómo nos enamoramos, tenemos sexo, cultivamos amistades y cuidamos mascotas en tiempos de Tinder. Lena Dunham pone en escena ese nuevo paisaje afectivo. Cada notificación, cada mensaje leído o ignorado, cada emoji enviado o retenido, opera como una prueba de identidad. Jess inventa rituales contemporáneos: espiar a la nueva pareja de su ex en Instagram , grabar videocartas que nunca enviará, quedar atrapada entre la ansiedad y la necesidad de conexión. La reinvención del amor (Siglo Veintiuno), de Joaquín Linne. Desde 2020, bajo el efecto pandemia, Joaquín Linne se dedicó a investigar el universo de las aplicaciones de citas . Aquella promesa inicial de eficiencia (basada en la compatibilidad y la instantaneidad) aparece hoy invertida: perfiles ambiguos, algoritmos que organizan el deseo con la frialdad de una hoja de cálculo, matches que no se concretan. Con frecuencia, la distancia geográfica, el agotamiento o la precariedad económica interrumpen la coreografía del deseo: tras el match, los cuerpos no se encuentran ; quedan varados en la pantalla, sostenidos apenas por un chat. En definitiva, el algoritmo también impone formato. Mientras tanto, las viejas instituciones (matrimonio, pareja, familia) siguen ahí, como muebles heredados que nadie quiere terminar de tirar. Tal vez no por nostalgia, sino por necesidad: porque hasta el vértigo quiere un lugar donde apoyar la frente. Lena Dunham vuelve a lo suyo: amistades que rozan el romance, vínculos queer que desafían categorías rígidas, cuerpos que no encajan en moldes establecidos. Su narrativa es un reflejo de un cambio cultural profundo: la aparición de nuevas sexualidades y géneros que no solo complejizan la forma de amar, sino también la manera de contar el amor. Pero ella no lo dice de frente. Lo deja colar en escenas pequeñas, en detalles que parecen banales, como cuando Jess tapa a Felix con una frazada, ese gesto protector que se aprende en la infancia y que aquí pesa con toda la intensidad de la intimidad. Serie Demasiado. Netflix Esa mirada recuerda a Raymond Carver , experto en detenerse en los restos del amor sin intentar definirlo. Sus cuentos reúnen detalles mínimos: una caricia que queda en el aire, el cine mudo de una relación. El amor que describe Carver no fluye, gotea, se filtra, se queda en los márgenes, como las emociones que nadie termina de nombrar. El título de la serie ya lo dice: Jess es exceso y condena al mismo tiempo. Pero también es una frase que abre otra lectura: “Sos demasiado”, le dice Felix, y no es un reproche sino un elogio. Esa intensidad, esa abundancia, es lo que termina por enamorarlo. Como en Carver, el fracaso amoroso no anula el sentimiento; lo transforma, lo vuelve melancólico y resistente. Un sentimiento que sobrevive a las estructuras que intentan encajarlo y contenerlo. Raymond Carver. Amor y cultura están en un tira y afloja constante. El amor se choca con las estructuras que él mismo ayudó a crear. En esta era de algoritmos que miden deseos, de géneros que se multiplican y vínculos saturados por la hipercomunicación, Demasiado no se molesta en responder si el amor romántico sigue siendo posible. Más bien, se muestra como un espejo oscuro y una advertencia: una relación, sea cual sea, es vivir dentro de una máquina de interferencias. Simmel creía que el amor era una forma cultural. Joy Division decía que nos destrozaría. Dunham no dice nada de eso: lo pone en escena en mil pedazos. La pregunta, quizá, no es si el amor sobrevivirá, sino qué nuevas formas inventaremos para nombrarlo. Maricel Cioce es socióloga de la cultura, docente y escritora.
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