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21/10/2025 Clarin.com - Nota
La casa del coleccionista y sus objetos de deseo Lorena Obiol Con piezas que viajan desde su niñez al presente, el repertorio de José Luis Lorenzo refleja una vida en la que se entrelazan el arte, el diseño y la arquitectura. José Luis Lorenzo y las playas que visitó o visitaron sus amigos. Entrar en la casa de José Luis Lorenzo es adentrarse en un universo íntimo donde el coleccionismo se respira en cada rincón. No hablamos solo de objetos, sino de recuerdos bordados con los hilos de la pasión y del tiempo. Además de diseñar espacios para otros, el arquitecto cordobés construyó su propia morada donde cada objeto cuenta un pedacito de su vida . Quizá a simple vista puede parecer una gran acumulación. Sin embargo, charlando con él, se descubre la relación constante con la belleza, el diseño, el arte y la historia. Su casa exhibe muchas pinturas y esculturas, pero también máscaras, platería, textiles, mates. Y aunque Lorenzo admite que apenas el 10% de la colección puede estar expuesto , cada pieza tiene su momento y su lugar. El coleccionismo, para José Luis, no empezó por el arte. Comenzó cuando era niño, coleccionando estampillas con su hermana María del Carmen . A los 13 años, un accidente lo postró un largo tiempo y, a partir de ese obligado paréntesis, la filatelia se volvió el microcosmos metódico y obsesivo que lo conectó con la vida afuera. “Gran parte vino de dos hermanas más grandes que estuvieron unos meses en Madrid y Londres. Soy el más chico de los ocho”, aclara. Y agrega que “ en el 77, con el accidente, la colección se sistematiza . Mis padres me ayudaban, mi hermano más grande me abrió una cuenta en el correo inglés. Eso hizo que la colección fuera especializándose en España, Inglaterra y Argentina”, evoca. Pero fue un regalo para su 30° cumpleaños el que lo sumergió en la escena del arte local y global. “Esa obra de Fernando Allievi (NdR: su cuñado) fue una semillita que enseguida regué con dos obras más que me autorregalé”, cuenta sobre el inició del torbellino que nunca más paró. Conversar con Lorenzo es viajar sin necesitar pasaje de avión. La historia que encierra cada objeto transporta a otro mundo, es historia viva. “Saco cosas, las veo y me pasa algo”, susurra. Es que el coleccionista tiene un vínculo emocional con sus objetos . Los mira, los redescubre, los vuelve a amar. La colección de máscaras. La pasión que manifiesta no solo es por los laureles exhibidos, sino por cómo los supo conseguir. Desde el sillón, señala los objetos más cercanos: un cenicero verde, obsequio de un grupo de amigos, junto a otro de cristal veneciano que obtuvo en una feria de antigüedades y un tercero que compró en San Pablo con su papá . Un cuerno que le regaló “un doctor amigo que ya no está”, un banquito salteño que le trajeron unos interioristas, un pez de cerámica regalo de un artista rosarino que vive en Río de Janeiro. Hay que aclarar que muchos de esos amigos que nombra son artistas consagrados de fama y renombre mundial. “Estas son todas arenas de playa que yo he ido trayendo. Pero que también, después, me fueron trayendo mis amigos”, cuenta mientras apoya su mano sobre la gran estantería que aparece detrás de su cocina. “Por ejemplo, estuve en Playa Tambor, pero nunca estuve en el Sahara. Conozco Barbados, pero nunca fui a Lanzarote. Estuve en Mar del Plata, pero en Tenerife no. Sí, en Bermudas”. Queda claro que no son solo botellas con arena de lugares más lejanos o más cercanos. Atesoran el cariño de quienes pensaron en él cuando estaban de viaje. Reflejan historias compartidas. Manifiestan que una parte de esos lugares vive en su casa. Lo que más sorprende es que su pasión por el arte no es un camino solitario . Comparte catálogos, consejos y hasta compras con un grupo de coleccionistas. Lorenzo en su refugio, rodeado de arte. ¿En qué momento la pasión se transforma en obsesión y lo impulsa a recorrer anticuarios y ferias en distintas ciudades con la sed de un cazador de tesoros ? “El coleccionismo es un sentimiento de apropiación , una adicción sana , pero adicción al fin”, responde. Y agrega que esa búsqueda constante no conoce límites de espacio. Lorenzo compra obras que no entran en su casa . Algunas tienen cuatro metros de altura y las guarda en depósitos. También las presta mucho. “Tendría que tener tres vidas para tener lo que quiero tener y tengo en esta vida tres veces más de lo que necesito tener”, completa. Aunque su mayor deseo no es acumular para sí mismo. Si bien otra parte de su colección se encuentra en Espacio Colón , Lorenzo sueña con lugar más grande para compartir lo que atesora. Porque, en definitiva, la obra de arte “es de los millones de ojos que se posan en ella cada vez que se exhibe”, concluye. Arquitecto, coleccionista, fundador de Espacio Colón, una sala expositiva en la capital cordobesa. Presidente de la Asociación Amigos del Museo Caraffa de Córdoba, integrante del Consejo de Administración de arteba y del Comité Latinoamericano de Adquisiciones de Tate Modern.
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