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08/06/2025 Perfil - Nota - Reportaje - Pag. 34
ALESSANDRO ARESU
"Musk seguirá siendo una especie de chispa impredecible en la política"
JORGE FONTEVECCHIA
El filósofo y analista italiano es una de las voces más lúcidas para comprender las mutaciones del poder global. Formado en Filosofía del Derecho, su trabajo se despliega en la intersección entre tecnología, capitalismo político, geoeconomía y transformaciones institucionales del siglo XXI. Referente intelectual en Europa, ha sido consejero de Mario Draghi y es director científico de la Scuola di Politiche. En libros como "Il dominio del XXI secolo o Geopolitica dell'intelligenza artificiale", advierte sobre los riesgos de una tecnología sin soberanía y llama a repensar el rol del Estado con mirada estratégica y democrática. En esta entrevista, reflexiona sobre las recientes tensiones entre los dos hombres más poderosos del mundo, al mando de Estados Unidos, el rol de la tecnología y la IA en el reordenamiento geopolítico mundial y lo que él llama la "guerra invisible". JORGE FONTEVECCHIA -¿Qué implica ser un "constructor", cuáles son las claves que explican esta identidad que usted describe? -He descripto la identidad del constructor sobre todo en relación con el momento que están viviendo hoy los Estados Unidos. En este contexto, emerge una nueva ideología empresarial que subraya precisamente la capacidad de crear y construir, frente, por un lado, a un país que se percibe como estancado en términos de capacidad manufacturera, y por otro, para enfatizar la competencia con la República Popular China y, por lo tanto, sus capacidades de construcción en los procesos económicos e industriales en particular. -¿Y cuál es el poder real que tienen los "constructores" para influir ideológicamente y utilizar ese dominio para transformar los órdenes mundiales? -Depende, naturalmente, de los constructores, de los que se trate y de las industrias en las que operen. Por ejemplo, consideremos a Elon Musk como un exponente de este tipo de ideología. Su poder es elevado principalmente por la empresa espacial SpaceX y, por lo tanto, por la gran importancia que ha asumido en las dinámicas mundiales, especialmente gracias a una innovación como la del cohete reutilizable. En el sistema de Estados Unidos, los constructores tienden a influir en la política y en la burocracia, pero esa influencia no siempre se traduce en hechos concretos, porque los sistemas institucionales no siguen siempre esos impulsos de los empresarios. -Usted dice sobre los que llama "constructores": "No son solo innovadores; son arquitectos del orden posmoderno que está emergiendo a través de la inteligencia artificial, la disrupción digital y el capital tecnológico". ¿Qué características definen este nuevo orden posmoderno y qué papel específico juegan los "constructores" en su consolidación? -Desde mi punto de vista, el aspecto específico de la inteligencia artificial que destaco es que no solo el software, los programas, es decir, la dimensión inmaterial de la tecnología, tiene una gran importancia, sino también el hardware, la dimensión material. Porque el corazón del funcionamiento de la industria de la inteligencia artificial son los centros de datos y, por lo tanto, la dimensión infraestructural y energética que los caracteriza, así como también la industria electrónica que hace posible su funcionamiento. Nos dirigimos hacia una era digital que no está ligada únicamente al software y las aplicaciones, sino cada vez más a estas dimensiones físicas y materiales. LOS CONSTRUCTORES, EL ESTADO Y LA DEMOCRACIA "En mi opinión, la democracia se autolimita con estos instrumentos, por lo que la democracia debe volverse más simple para las actividades empresariales y para las infraestructuras". -Usted pone a estos "constructores" también como constructores de mundos alternativos y la idea de una civilización futura colonizando Marte. ¿Cuál es su idea de estos "constructores" y la relación con los escritores de ciencia ficción que hoy son los ideólogos intelectuales de Silicon Valley? "Musk se ve a sí mismo como una figura empresarial y política en todos los sentidos." "Los poderes públicos en las democracias tienen dificultades para atraer a los mayores talentos." -La ciencia ficción es muy importante desde estos puntos de vista. Algunos de ellos, como por ejemplo Palmer Luckey, han afirmado que algunos de sus productos –por ejemplo, en lo que respecta al armamento– ya habían sido concebidos por escritores de ciencia ficción. En realidad, la ciencia ficción también ha imaginado cosas que hoy en día no pueden realizarse, como el hombre en Marte. Difícilmente el ser humano llegará a Marte durante el primer mandato de Donald Trump, pero ese imaginario es importante porque ahora se piensa en el robot en Marte, por lo tanto, la primera civilización extraplanetaria será robótica y, por definición, de ciencia ficción. -Usted habla de la IA como "invención definitiva" y como herramienta que redistribuye el poder mundial, háblenos de cómo esto genera un nuevo eje de conflicto e influye en el discurso público y por lo tanto en el comportamiento humano. -Por un lado, existe la ideología de la inteligencia artificial como invención definitiva, lo que constituye, en esencia, una escatología, como ha habido varias a lo largo de la historia de la civilización. Es decir, identificar un momento como el fin del mundo, el fin de la humanidad, y otorgar así importancia a quien puede provocar ese fin del mundo o a quien puede evitarlo. Se trata de conceptos que, para decirlo con el jurista Carl Schmitt, son conceptos teológicos secularizados. Y hoy, en la tecnología, vemos la secularización de conceptos teológicos como el Apocalipsis y el Anticristo a través de la inteligencia artificial. -Usted dice que la IA debe ser abordada con un enfoque interdisciplinario entre filosofía, historia del pensamiento y estrategia empresarial y militar. ¿Cómo imagina que sería la IA si se la abordara de esta manera?, ¿por qué remarca estos enfoques? -Por un lado, debemos saber de dónde provienen estas ideas: sin duda vienen de la filosofía, de las matemáticas, de la historia de la ciencia, en particular de la filosofía moderna que acompañó al pensamiento científico occidental –autores como Bacon y Leibniz, en especial–. Pero luego debemos conocer también el funcionamiento de estos sistemas, y por lo tanto la informática y la ingeniería electrónica. Sin embargo, eso no es suficiente, porque también debemos comprender las perspectivas de los Estados respecto a estos sistemas, y por lo tanto la situación internacional a través del pensamiento estratégico y la política internacional. Y, además, debemos conocer a los actores de este contexto y de este horizonte, es decir, la historia de las empresas, ya que algunas compañías –como Nvidia o Google– tienen un papel muy significativo en estos procesos. -¿Cuál es la relación entre la ideología de los "constructores" y el aceleracionismo? -El aceleracionismo sirve para movilizar a los Estados Unidos según esta ideología. Pongamos un ejemplo: yo vengo de Italia, un país que sin duda no es tan tecnológicamente avanzado como Estados Unidos, pero que cuenta con un buen sistema de trenes de alta velocidad, como otros países del mundo. En cambio, Estados Unidos no lo tiene. California, durante décadas, ha intentado crear una línea de trenes de alta velocidad, y no lo ha logrado. Esto nos muestra las contradicciones del sistema estadounidense, donde incluso construir infraestructuras simples se ha vuelto difícil. Entonces, esta ideología se une con cuestiones concretas de la historia actual de Estados Unidos, y se aplica a las configuraciones infraestructurales que caracterizan a la tecnología y a la inteligencia artificial. En este sentido, se trata de acelerar no solo la construcción de trenes de alta velocidad, sino también, por ejemplo, de las bases necesarias para las operaciones de SpaceX o de los centros de datos y su sistema de alimentación, que es esencial para la inteligencia artificial. -Usted habla de la desregulación y expansión de la IA como arma estratégica. ¿Cree que estas dos cuestiones le permiten a Estados Unidos mantener la delantera tecnológica frente a China, que puede tener mayores restricciones? -Se puede ver desde dos puntos de vista. Por un lado, es evidente que la politización del sistema chino –es decir, el control del Partido Comunista Chino– no permite a las empresas hacer ciertas cosas, como por ejemplo incluir determinados textos considerados sensibles en sus programas. Sin embargo, al mismo tiempo, China tiene un sistema de desregulación en lo que respecta a las infraestructuras: por ejemplo, la capacidad de construir rápidamente, de establecer conexiones eléctricas, o incluso de convertir almacenes o fábricas previamente utilizadas con otros fines en instalaciones dedicadas a la inteligencia artificial. Entonces, por un lado, esto puede beneficiar a Estados Unidos, pero por otro, vuelve a aparecer el problema de la desventaja en términos de infraestructura. -Usted es crítico de la burocracia tecnológica de Europa, ¿atribuye a esta burocracia el rezago europeo en innovación tecnológica y científica? -Sí, soy crítico. No depende únicamente de esto, ya que también influye la debilidad demográfica de Europa y su limitada capacidad para atraer talento y capitales en comparación con Estados Unidos. Pero la burocracia forma parte de este problema, porque efectivamente contribuye a dificultar la vida de las empresas para que puedan operar. Esto representa sin duda una desventaja competitiva. El otro aspecto es que, en lo que respecta a la tecnología, la burocracia europea a menudo carece de competencias específicas. Por ejemplo, en mis trabajos he señalado decisiones tomadas por las autoridades europeas de competencia sobre el mercado de los centros de datos que mostraban un desconocimiento de ese mercado. Por lo tanto, la burocracia debería ser más simple y también más competente. -¿Qué sucede en la relación entre China y Estados Unidos en esta carrera tecnológica, es una etapa superior del capitalismo, que no es solo competencia de mercado e ideológica, usted habla de "guerra invisible". ¿Cuáles son las armas con las que se libra esta guerra? -El primer aspecto de la competencia a considerar es que, a diferencia de la Guerra Fría, tenemos dos contendientes que participan en el mismo mercado mundial, porque China es la potencia manufacturera más importante del planeta y entre China y Estados Unidos hay alrededor de 600 mil millones de dólares en intercambio comercial. Por lo tanto, existe una interconexión entre los contendientes. La guerra es invisible porque está estrechamente ligada a la industria de los semiconductores y, por lo tanto, involucra componentes muy pequeños que no son visibles a simple vista, pero que representan el corazón de la industria electrónica y, en esencia, de toda la tecnología. -Usted desarrolla el concepto de capitalismo político, donde Estados Unidos y China chocan en sus visiones de futuro, ¿cómo son las visiones del futuro y de la relación entre tecnología, poder y libertad? -Así como vivimos en un mundo más conflictivo que el mundo del final inmediato de la Guerra Fría a principios de los años 90, quien manda no es solo la economía, sino el entrelazamiento entre la economía y la política. A mi parecer, el concepto de capitalismo político permite identificar la expansión de la seguridad nacional como la forma en que China y Estados Unidos buscan fortalecer los aspectos políticos por encima de la economía. Esto significa que un número creciente de industrias y sectores industriales son considerados estratégicos, es decir, con potenciales implicaciones militares, y esto no solo se refiere a las armas tradicionales, sino también a la electrónica, el análisis de datos, la construcción naval, los nuevos materiales. Por lo tanto, vivimos en una situación de mercado donde muchos aspectos del mercado son limitados, la libertad de mercado está restringida por el hecho de que existen todos estos sectores estratégicos, y esto nos lleva a un contexto en el que el mundo sigue siendo interconectado y global, pero tiene todas estas presiones políticas relacionadas con la seguridad nacional. -¿Comparten algún rasgo estas dos visiones de capitalismo político, el chino y el estadounidense? -En mi opinión, a medida que avanzamos, comparten más rasgos que antes. Naturalmente, en el sistema chino está el Partido Comunista Chino, que cuenta con más de cien millones de miembros, y en particular desde 2015 con el plan Made in China 2025, se han identificado varios sectores estratégicos para la competencia tecnológica, lo que ha generado una fuerte atención en la seguridad nacional relacionada con la tecnología. Estados Unidos ha expresado incluso recientemente una casi admiración, una voluntad de imitar el sistema chino, interviniendo más en la economía a través de políticas industriales, controles a las inversiones y elementos políticos que permitan tener estas posibilidades de control y una mayor integración entre el poder económico y el poder político. Naturalmente, persisten diferencias muy significativas en cuanto a la libertad de expresión, derechos y otros aspectos, pero en estos elementos específicos relacionados con la competencia tecnológica yo veo una convergencia entre ambos sistemas. -¿Cuál es la relación entre la ideología de los "constructores", la doctrina de seguridad nacional y el concepto de capitalismo político? -Hay algunos elementos en los que estos aspectos se combinan, y el principal es la reconsideración del llamado complejo militar-industrial de Estados Unidos, es decir, las inversiones militares estadounidenses y la modernización tecnológica de los aparatos militares y del gasto en defensa, que en Estados Unidos representa la mayor parte del gasto federal. Por lo tanto, los constructores en este caso quieren cambiar el modo de funcionamiento del sistema de defensa estadounidense invirtiendo más en tecnología, haciendo que el Estado invierta en sus empresas por razones de seguridad nacional, y utilizando la competencia con China como justificación para estos cambios en la defensa de Estados Unidos. -¿Qué reflexión le merece la salida de Elon Musk del gobierno de Donald Trump y la pérdida que generó a sus empresas la exposición que tuvo Musk llevando adelante su política DOGE de reducción del Estado? -Musk es un empresario con gran capacidad; de sus dos principales empresas, SpaceX es sin duda la más importante. Aunque SpaceX haya colaborado menos con Donald Trump, mantenía relaciones muy importantes con el gobierno de Estados Unidos, que continuarán. Sin embargo, Musk quiso hacer este movimiento para intentar cambiar la burocracia y las instituciones estadounidenses, algo que es imposible y está fuera de su alcance. Por eso fue derrotado en su proyecto de cambiar la burocracia. Luego, como muchas personas con mucho dinero, después de un tiempo se aburre y quiere hacer otra cosa, por lo que se embarcó en una tarea que superaba sus capacidades y fue derrotado en ese ámbito. Pero seguirá siendo una especie de chispa impredecible en la política porque, en el sistema de Estados Unidos, cada vez que hay una elección, quien tiene mucho dinero puede invertir ese dinero en las campañas. Musk lo ha hecho, Peter Thiel con J.D. Vance lo ha hecho, y los gestores de casinos lo hacen desde hace mucho tiempo. Por eso Musk seguirá moviendo su poder a nivel electoral. -¿Qué simbolizó la presencia de Elon Musk ocupando una función en el gobierno? -A nivel simbólico, su importancia fue mayor durante la campaña electoral que durante el gobierno de Estados Unidos, porque dio la percepción de que el candidato Donald Trump era una persona que no solo representaba un interés y una parte del pueblo estadounidense que ya existía, sino que también encarnaba esta lógica del aceleracionismo y el presidente de los cohetes espaciales. Así, le otorgó a Trump una imagen más joven, por decirlo así, desde el punto de vista de la percepción pública. En el momento en que Musk se convirtió en una institución, en mi opinión, ya había perdido porque no podía cambiar la estructura burocrática de Estados Unidos; no tiene las herramientas para hacerlo. Sí tiene herramientas para seguir interactuando con esa estructura burocrática, pero no para transformarla. -¿La salida de Elon Musk del gobierno configura una fractura estratégica entre la geopolítica de Trump y los intereses globales de Musk? -Sí, es posible que existan fracturas en este sentido. Por un lado, esas fracturas están determinadas por el hecho de que Trump es el soberano en este caso. Por ejemplo, en temas como la relación con China, sería Trump quien decida los elementos que forman parte de la negociación con Xi Jinping para un eventual acuerdo. Así, el destino de las fábricas de Tesla en China no será un aspecto relevante dentro de esa negociación, sino que se considerarán otros aspectos que están más alineados con los intereses intermediados por la figura de Trump. Por lo tanto, las posiciones que exprese Trump no surgirán de un diálogo con Musk, sino de un enfrentamiento entre otras posturas, incluyendo las posiciones tradicionales de la política exterior estadounidense y, por otro lado, las posiciones diferentes, en algunos casos aislacionistas, que Trump ha expresado en particular. -¿Qué reflexión le merece el rol de Elon Musk interviniendo en campañas políticas de otros países utilizando su propia red social X para entrevistar a candidatos de extrema derecha? -Musk se ve a sí mismo no solo como una figura empresarial, sino también política en todos los sentidos, como una personalidad salida de una novela de ciencia ficción que quiere dejar su huella en la historia. Por eso, en su esquema mental, es normal para él hacer este tipo de cosas. Creo que en los últimos meses ha comprendido que estos movimientos tienen un costo: sus negocios están siendo claramente afectados por estos riesgos. Ahora se encuentra ante una encrucijada: o continúa por su camino de especie de emperador salido de la ciencia ficción –aunque, en particular, Tesla seguirá sufriendo mucho por esta caída en su reputación– o reduce este tipo de intervenciones. -¿Se vuelve impotente la democracia ante el avance de la visión aceleracionista de los "constructores" frente al factor deliberativo, factor fundamental de la democracia? -Está sin duda en dificultades respecto a estas dinámicas, tanto por una cuestión de tiempos como de competencias. Por ejemplo, los poderes públicos en las democracias tienen dificultades para atraer a los mayores talentos y a las personas que logran comprender estas dinámicas, porque en el sector privado reciben salarios incomparables con respecto al sector público. Al mismo tiempo, existen elementos de la democracia, como el Poder Judicial, que en diferentes sistemas pueden representar por un lado frenos, pero por otro también contrapesos, tal como siempre ha sido en las democracias para una serie de decisiones; basta pensar en las recientes decisiones del presidente Trump sobre las universidades en Estados Unidos, en particular en Harvard. Creo que continuaremos manteniendo estos elementos de límites, pesos y contrapesos en algunas democracias, solo que si no hacemos nuestras burocracias y nuestra clase política más competentes en estos aspectos tecnológicos, será mucho más difícil mantener ese mismo ritmo. -Usted sugiere la necesidad de una "democracia constructora", ¿cómo sería esta democracia? -Hay que retomar algunos de los ejemplos que mencionaba antes: el hecho de que Estados Unidos no logre crear un sistema ferroviario de alta velocidad no es algo que haya sido generado por Elon Musk o por otros individuos, es un problema generado por la clase política y burocrática de Estados Unidos. Por lo tanto, existen obstáculos que deben ser eliminados, lo mismo ocurre con esta enorme carga burocrática que caracteriza las actividades empresariales en el contexto europeo, con todo un conjunto de procedimientos de cumplimiento y reportes. En mi opinión, la democracia se autolimita con estos instrumentos, por lo que debe volverse más simple para las actividades empresariales y para las infraestructuras, porque ya no es cierto que esta carga burocrática sea la garantía de los derechos de las personas, simplemente no lo es. Y también por estas razones surge la tesis extrema del aceleracionismo. -¿Puede surgir un nuevo humanismo político en este escenario, o la tecnología está colonizando también nuestra imaginación democrática? -Sí, creo que lo importante para el futuro es verificar si este humanismo será expresado por las civilizaciones a las que hemos ligado nuestras reflexiones anteriormente, por ejemplo la civilización occidental, o si, como creo que es más probable, esta reflexión sobre el humanismo vendrá de otros polos, de los grandes polos de crecimiento de nuestro planeta, en particular Asia y el sudeste asiático, pero también África y, en cierta medida, América del Sur. Por eso, no creo en un humanismo occidental tradicional, sino que creo en las sorpresas que surgirán de las contaminaciones entre disciplinas y puntos de vista que podrán venir de países a los que no prestamos tanta atención como merecen, empezando por India, Vietnam y otros ya importantes protagonistas en la escena mundial. -Si China y Estados Unidos se disputan el desarrollo tecnológico y la IA como campo de batalla político, donde es más un instrumento de hegemonía que un bien común, ¿en qué lugar queda Europa, cuál debería ser el rol y qué sucede con los ideales universales sobre los que se funda la Unión Europea? -La posición de Europa en este siglo, es decir en los últimos 25 años, ha sido de retroceso, y un momento decisivo de este retroceso fue la respuesta de Europa a la crisis financiera de 2008, luego la crisis griega, su larga duración y cómo la demanda interna, debido a las políticas económicas activadas por los países europeos, fue comprimida. Por lo tanto, Europa se volvió más rezagada tecnológicamente y más dependiente de otros consumidores, empezando por Estados Unidos, mientras que no invirtió en defensa y seguridad en un mundo que está en las fronteras de Europa y dentro de Europa es más inseguro. Así, para entender el atraso en tecnología, en mi opinión, hay que considerar estos otros atrasos, y luego revertir esta tendencia puede suceder, ante todo, con una política de inversiones comunes donde, en esencia, Alemania debe convertirse en un consumidor real, no en una economía casi exclusivamente ligada a las exportaciones, sobre todo en lugares como China, que ya no quieren comprar los bienes alemanes porque han desarrollado sus propias industrias, como la automotriz. Luego, Europa debe convertirse en un lugar capaz de atraer talentos del resto del mundo y no de exportarlos a Estados Unidos. Por lo tanto, el camino está ligado a la inversión de los elementos que han determinado este retroceso de la posición europea, y la situación me parece bastante grave. -Usted habla de una tercera vía para Europa, en la que logre combinar soberanía tecnológica con principios democráticos. ¿Cómo sería esa tercera vía y cómo juega el ascenso de los nacionalismos? -En este ámbito, sin duda, debe haber una demanda económica interna europea, deben romperse algunas barreras en el funcionamiento del mercado interno, debe haber una mayor circulación de personas dentro de la Unión Europea –ya que sigue siendo reducida en comparación, por ejemplo, con los Estados Unidos– y luego debe haber una toma de conciencia, por parte de los europeos, de los elementos centrales de las cadenas de valor de la tecnología de las que Europa aún dispone. Por ejemplo en la industria química, que tiene una enorme importancia para todos los procesos tecnológicos, incluida la inteligencia artificial. Los europeos cuentan con empresas fundamentales en el sector químico, de gases técnicos e industriales, por lo que es necesario reconocer estas capacidades y protegerlas. En este sentido, se trata también de tener un concepto de soberanía tecnológica europea. -Usted identifica un paralelismo estratégico y estructural entre la visión tecnoconstructora de los "constructores" estadounidenses (como Thiel, Musk o Andreessen) y la China "constructora" con un Estado constructor como potencia diplomática e infraestructural. ¿Cómo entienden estos dos modelos la "construcción" como forma de dominio? -La construcción es una forma de posibilidad de conexión. Por ejemplo, pensemos en la estructura del comercio marítimo: ¿de qué depende? Depende, naturalmente, de las capacidades de los puertos, de las capacidades de los contenedores, de la gestión portuaria, de los barcos y de su construcción, además de la digitalización de todos estos procesos logísticos. Así que hacer avanzar los nodos de este proyecto de construcción, por un lado, crea mayores oportunidades económicas que la República Popular China puede ofrecer a otros países, pero también eleva la posición de China en todas estas cadenas de valor. Significa que los principales puertos comerciales del mundo son chinos; China produce 250 veces más barcos comerciales que los Estados Unidos. Por lo tanto, la ideología de la construcción se convierte también en una ideología de primacía respecto a los demás. -¿Cómo analiza los conflictos bélicos en curso en este reordenamiento geopolítico mundial, la relación de Estados Unidos con Rusia, las negociaciones de Trump para un alto el fuego, la relación de Estados Unidos con Israel en el conflicto en Gaza y la búsqueda de Trump de nuevos aliados árabes con su reciente visita a los Emiratos Árabes Unidos? -Son temas muy complejos y también específicos, así que mencionaré solo algunos aspectos de forma sintética. Por un lado, sin duda esta dinámica del relativo retiro o anuncio de descompromiso de los Estados Unidos genera varios conflictos en lo que ya no son periferias, sino diversos nodos de las relaciones mundiales; por eso estamos viendo un número creciente de estos conflictos. En este contexto también entran algunas preferencias de Donald Trump, quien, por ejemplo, mantiene una relación muy estrecha con ciertos países. En este sentido, las relaciones con las monarquías del Golfo, y en particular con Arabia Saudita, son importantes dentro de su visión del mundo. Sin embargo, no debemos olvidar que en estos temas también existen discontinuidades en la política estadounidense: por ejemplo, en la administración Biden las relaciones con Arabia Saudita eran muy diferentes. Todo esto dibuja un escenario en el cual, en torno a la tensión entre Estados Unidos y China como aspecto principal, por un lado crece el protagonismo de ciertos actores –ya mencionamos, por ejemplo, a las monarquías del Golfo–, pero por otro lado también corren cada vez más riesgo de estallar conflictos latentes o conflictos ya en curso que pueden adquirir una dimensión más peligrosa y devastadora, como hemos visto en los últimos tres años. -Usted toma el caso de la red social Tik Tok para ejemplificar el conflicto entre el uso político de la competencia por parte del sistema chino y la utilización que hace Tik Tok del sistema jurídico estadounidense y sus garantías específicas, para protegerse. ¿Por qué es tan simbólico el caso de la prohibición de Tik Tok en Estados Unidos y el rol político de los fondos de inversión de riesgo? -Muchísimos elementos de lo que llamo capitalismo político se encuentran en TikTok. Esta red es tan importante porque es un producto propiedad de una empresa china, ByteDance, que sin embargo no está limitado solo al mercado chino, como sucede, en esencia, con WeChat o los motores de búsqueda chinos, sino que ha tenido una gran difusión especialmente en Occidente, en Estados Unidos: estamos hablando de 170 millones de usuarios, una cifra altísima. Y no solo TikTok: ByteDance, la empresa propietaria de TikTok, ha recibido muchas inversiones financieras por parte de actores estadounidenses, es decir, personas que gestionan fondos de pensiones, fondos de capital de riesgo. Por lo tanto, los accionistas de esta empresa china no son solo chinos, sino también estadounidenses. Sin embargo, la propiedad china plantea, según la comunidad de inteligencia, el gobierno y luego el Congreso de los Estados Unidos, riesgos para la seguridad nacional. Por ello existe un larguísimo caso judicial –lo he seguido desde hace seis años, cuando comenzó– que aún no se ha concluido. Esto también nos dice mucho sobre cómo están estructurados ciertos sistemas jurídicos occidentales. Por ejemplo, sucedió que los creators de TikTok; es decir, los influencers que usaban TikTok como fuente de ingresos en Estados Unidos, demandaron en cierto momento al presidente Trump en 2020, y en ese caso ganaron el juicio. Así que en el caso de TikTok vemos todas estas interconexiones: financieras, de usuarios, de mercado, aspectos estratégicos y también aspecto judicial. -¿Qué sucede con el rol de la India en este contexto, o países como Brasil, que son países del llamado Sur Global, y son las democracias más grandes por su cantidad de habitantes? -Son países importantísimos y, en mi opinión, sobre todo en Europa pero también en Estados Unidos, aún se subestima la manera en que estos países se perciben a sí mismos. Se tiende a pensar, por ejemplo, que la India está alineada con Estados Unidos o que Brasil está cercano a Rusia, pero son categorías inapropiadas, porque estos países, también debido a su fuerza demográfica, su talento y su visión del futuro, tienen un concepto propio de sí mismos. Por lo tanto, al relacionarnos con ellos, debemos ante todo considerar esta autopercepción y también su idea de no estar plenamente alineados con un mundo que impone elegir, por ejemplo, entre Estados Unidos y China. Probablemente seguirán sin alinearse completamente. Por otro lado, este era un fenómeno presente también durante la Guerra Fría: los llamados países no alineados. La diferencia hoy respecto a ese contexto es que algunos de estos países –pensemos ante todo en la India– son también extraordinarios productores de capital humano. No se trata solo de que sea el país más poblado del mundo, sino también de una enorme capacidad formativa que se refleja en distintos ámbitos. -En este nuevo reordenamiento global, las tierras raras y los minerales estratégicos como el litio juegan un papel fundamental en la disputa, países del cono sur como Chile, Bolivia y Argentina, donde se encuentra el triángulo del litio, ¿hay un retorno de la geopolítica de los recursos y una nueva fase del capitalismo global? -Creo que hay un retorno de la importancia de los recursos, pero los recursos no se reducen únicamente a la extracción. Ese es el error que no debemos cometer. Podemos observar una geografía de los recursos del planeta, es decir, el lugar donde potencialmente se encuentran; luego está la geografía del lugar donde se pueden extraer, es decir, donde existen capacidades mineras; y dependiendo de algunos de estos materiales, cambia también el modo de extracción. Finalmente, hay otro mapa del mundo –que en el fondo es el más importante–: la geografía de la transformación, es decir, cómo los materiales se afinan, se procesan o se refinan para su uso en sectores industriales y militares. No por casualidad, China ha emergido en este ámbito no solo como una potencia extractiva –aunque dispone de algunos de estos materiales y componentes, y de otros no tanto o son más abundantes en otros suelos del planeta–, sino porque ha construido en su territorio esta cadena de transformación de manera muy cuidadosa y avanzada. Por eso, este retorno de los recursos, en mi opinión, llevará cada vez más a que los países con capacidades extractivas se enfoquen también en el elemento de la transformación, que seguirá siendo extremadamente relevante. -En el caso de Argentina, con el gobierno de Javier Milei y el alineamiento absoluto con Estados Unidos, ¿cree que será objeto de neoextractivismo global, bajo lógica corporativa o estatal extranjera, o podrá convertirse en una herramienta de desarrollo soberano para el Sur Global? -Creo que pesará la relación con Estados Unidos desde este punto de vista y que, por lo tanto, habrá nuevos intentos –que dependerán también de cuán coherentemente sean impulsados por parte de Estados Unidos– de construir una cadena tanto de extracción como de transformación más conectada con las capacidades de las que dispone Argentina. Por eso, pienso que, también debido a la situación financiera y fiscal de largo plazo de Argentina, estos aspectos influirán en la relación con Estados Unidos. -¿Cree que los países del Sur Global tienen margen para ejercer soberanía en este sistema o solo quedan espacios de inserción periférica? -Creo que existen los sures globales, no el Sur Global. ¿Por qué? Porque el Sur Global, tal como lo representamos, es una galaxia muy vasta donde ciertamente hay varios países en vías de desarrollo, pero que se encuentran en etapas muy diferentes. Lo que me parece interesante observar es cómo desarrollarán su propia subjetividad política algunas realidades del Sur Global que ya han mostrado dinámicas de agregación. Por ejemplo, al ocuparme mucho de Asia, sigo con atención los desarrollos también políticos de la Asean, que es la asociación de los Estados del sudeste asiático, una agrupación de unos seiscientos millones de habitantes, por lo tanto muy relevante. ¿Qué mensaje nos deja esto? Que cuando los sures globales se organizan no simplemente como un único Sur Global –porque es difícil integrar todas esas diferencias–, sino como estructuras a nivel continental o supracontinental, pero más integradas, pueden desempeñar un papel más significativo. -China ha desarrollado una diplomacia minera global, ¿cómo interpreta usted esta estrategia y qué desafíos impone a América Latina? -El punto esencial que hay que comprender es que China identificó antes que otros estos elementos. Por ejemplo, si observamos la acción de la financiación para el desarrollo por parte de China, en particular la realizada por el China Development Bank, hablamos de inversiones que ocurrieron a comienzos de este siglo y que, por lo tanto, fueron muy visionarias, porque se adelantaron a las de otros actores. ¿Qué ha ocurrido ahora, también desde la perspectiva de América Latina? China ya se ha convertido en una potencia tecnológica significativa. Así que lo que antes eran inversiones principalmente mineras hoy son claramente también inversiones tecnológicas. Esto se refleja, por ejemplo, en la penetración de los teléfonos inteligentes chinos en estos mercados y, evidentemente, en la capacidad de la industria automovilística china en la región. Es como si China ya hubiera dado el salto desde la extracción hacia la capacidad tecnológica y comercial. Pero atención: la ideología china es que la base de la manufactura nunca debe ser abandonada. Por lo tanto, la diplomacia minera no desaparecerá, aunque ahora vaya acompañada de una oferta de desarrollo que incluye también industria con mayor valor añadido tecnológico. -¿Qué riesgos implica un alineamiento automático con Estados Unidos, especialmente cuando se adopta una ideología ultraliberal en un mundo donde las potencias fortalecen sus Estados? -El problema del alineamiento con los Estados Unidos es que, para alinearse con ellos, primero sería necesario que los propios Estados Unidos supieran exactamente dónde están posicionados. Es decir, los Estados Unidos deberían tener una política coherente, y a menudo no la tienen. Especialmente en este contexto, con el presidente Trump, hay elementos erráticos muy marcados, pero incluso la administración Biden ha mostrado, en ciertos aspectos, una política extremadamente incierta. Por eso, el riesgo de un alineamiento excesivo con Estados Unidos es sobrevalorar a los Estados Unidos, sobrevalorar su capacidad para emitir mensajes coherentes, cuando en realidad sus mensajes están muchas veces dirigidos principalmente a las percepciones cambiantes de su electorado interno. Un alineamiento absoluto conlleva siempre un riesgo mayor de vulnerabilidad.
Producción: Sol Bacigalupo.
Menciones:
Alessandro Aresu, Elon Musk, Jorge Fontevecchia, Mario Draghi, Donald Trump, Palmer Luckey, Estados Unidos, China, Europa, Marte, Silicon Valley, Inteligencia Artificial, Capitalismo, Geopolítica, Democracia, Estado, Burocracia, Industria Electrónica, SpaceX, Ciencia Ficción
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