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17/05/2025 Clarin.com - Nota
Elecciones porteñas: la última batalla de la pelea que estalló en 2023
Ignacio Zuleta
Los comicios de este domingo exponen una contradicción central en la política de la Ciudad: no se trata del poder, sino de la propiedad del programa de gobierno.
Las elecciones porteñas son el último capítulo de la batalla política que estalló en 2023. La derrota en las presidenciales de ese año de las dos coaliciones que han articulado la representación mayoritaria en la última década disparó la cláusula del ballotage que llevó a Javier Milei a la presidencia. El presidente asumió con los votos prestados de lo que fue Cambiemos que, sumados al 29% que había obtenido el candidato conservador en la primera vuelta, remató la derrota del peronismo. La cúpula de Cambiemos precipitó una operación de entrismo en el nuevo gobierno, asumiendo que Milei les debía el cargo. Esa operación dividió a los partidos de la coalición, que en el primer año de este gobierno se diferenciaron en el método. La fórmula presidencial Bullrich-Petri directamente asumió cargos en el gabinete. Lo mismo hicieron espadas importantes del PRO como Luis Caputo y Federico Sturzenegger, a la cabeza de decenas de exfuncionarios que ocuparon cargos aportando programas que habían sido elaborados para los candidatos de la coalición perdedora. Otro sector, identificado con el PRO macrismo, reclamó participación en ciertas áreas. El gobierno rechazo esa pretensión y sólo ofreció rendición para caranchear sobre las ruinas de Cambiemos e impedir que el principal dirigente de Cambiemos, Mauricio Macri se erigiese como copropietario del gobierno. Puso entre sus prioridades destruir a Macri en la estructura de poder del PRO en la Ciudad de Buenos Aires. Ese ha sido el objetivo de la Casa Rosada desde diciembre de 2023: desplazar al PRO del control de la CABA enfrentándolo en las elecciones de renovación legislativa. Continuó con el asedio presupuestario y político del gobierno de Alberto Fernández hacia los Macri. El final de este proceso electoral expone este domingo una contradicción central en la política de la Ciudad: no se trata del poder, sino de la propiedad del programa de gobierno. Ese asedio incluyó operaciones de captura de dirigentes partidarios y legisladores que han preferido sumarse al nuevo gobierno. La confrontación con Milei hirió lo que pudo tener Macri de liderazgo sobre su fuerza. Es explicable la fragilidad de su conducción: se negó a ser candidato a presidente en 2023, y vive avisando que se quiere retirar de la política, actividad que atiende en los tiempos libres que le deja el bridge y la dirigencia de la FIFA. Se tomó un franco de campaña el miércoles para viajar al Paraguay para una reunión de la FIFA. El martes de la semana que comienza, antes de que se conozcan los números definitivos del compromiso electoral más importante de su carrera, lo esperan en el Ateneo de Madrid para participar de un homenaje a Mario Vargas Llosa junto a un grupo de ex presidentes de la liga conservadora. No tiene proyecto de poder ni puede ofrecer futuro a quien quiera seguirlo. Entre un Milei que abre el portón y llama a quien quiera sumársele sin análisis de sangre y un expresidente que se quiere jubilar e irse a Qatar a administrar la FIFA, la elección es fácil para un militante con hambre de poder. Milei, además de algún futuro, ofrece la experiencia psicodélica de la traición, un excitante intrínseco a la actividad política. Ni qué decir de la capacidad de recompensa que ofrecen uno y otro. Uno tiene poder y chequera. El otro no. El último gesto de fuerza con el que amagó Macri fue imponer a su primo Jorge en la jefatura del gobierno de la Ciudad, y la salida de Patricia Bullrich de la presidencia del congreso partidario del PRO. El conflicto interno del espacio dominante en la Ciudad ha puesto en riesgo su bastión más sólido, pese a que si hubiera intentado mantener unida a la marca en las urnas cualquiera de sus candidatos hubiese ganado sin dificultad. La figura más emblemática de este espacio, Macri, ha optado por retirarse, no sin contradicciones. No fue candidato a presidente en 2023, respaldó al actual mandatario y pareció lamentar esa decisión. Su visión gerencial de la política, basada en el costado transable del oficio - te doy para que me des -, sostiene el prejuicio de que la gestión se factura en las urna s. Ese concepto gerencial de la política entra en tensión con una realidad que demuestra que la eficacia administrativa no garantiza triunfos electorales. Uno de los encantos canallas de la política es que una mala gestión no impide obtener un caudal de votos significativo. Por eso atrae tanto a los audaces. En 2023 Sergio Massa capturó 44% del electorado, en representación de un gobierno con una gestión más que olvidable. En cambio, una buena gestión puede no traducirse en triunfo. El ciclo Macri-Larreta (2007-2023) ganó prestigio en el electorado porteño como el mejor desde el de De la Rúa. Las dos gestiones construyeron dos presidentes. Y al PRO su internismo lo enfrenta este domingo a su elección más riesgosa. La primacía de la comunicación por sobre la cobertura del periodismo, impone interpretaciones propias de la sociedad del espectáculo. Le concede más importancia a los candidatos para el resultado de las elecciones que a la voluntad del electorado. Los resultados no dependen de los candidatos ni estos arrastran al electorado. Las colectividades políticas son las dueñas del voto y los candidatos y las agrupaciones se adaptan al electorado. Las peleas y el intercambio de camisetas en la cúpula no deciden el resultado, y menos en un país sin swinging vote (voto mudable) y donde el voto de las grandes familias políticas es más que estable. Esa realidad minimiza el efecto de las campañas, que a su vez han contribuido poco en estas elecciones. El gobierno nacional tumbó la ley de Ficha Limpia y terminó regalándole esa bandera al PRO. La identificación de Silvia Lospennato con esa consigna la obligó a nacionalizar la campaña cuando su mejor chance era encerrarse en lo municipal. Y si de campañas se habla, ¿qué mensaje quiere dar el gobernador Macri (Jorge) reclamando el voto con ese outfit conurbano de saco marón? La división del oficialismo porteño en seis listas convive con otras señales menos explicables. El más importante es el que separa estas elecciones del acuerdo de gobierno. El presidente de la UCR es el procurador general de la Ciudad (Martín Ocampo), y el presidente del Banco Ciudad es un primo de Martín Lousteau. Esta relación con el PRO explica la candidatura testimonial de Lula Levy por la marca UCR. Es para no robarle votos al oficialismo. El garante de estos lazos es Daniel Angelici, una especie de BlackRock de la política. Como el fondo de Laurence Fink, y como criollamente el Anses, el "Tano" tiene acciones en todas las empresas. Benefició a Larreta que sí concentró la suya en lo municipal. Aquí compitió con el peronismo, que también buscó municipalizar la campaña. No tiene mucha explicación que Larreta eligiese de adversario a su propia obra de gobierno y que no encontrase, al igual que Macri, algún punto de encuentro para defender los resultados de casi dos décadas de gestión iniciadas en 2007. Ha creído que le trae más votos repudiar el matrimonio con los Macri y sumirse en una pelea de familia que subirse a una tarima y decir: esta ciudad es la mejor porque la goberné yo, cuatro años como jefe de gabinete de Macri, y otros ocho como gobernador del distrito. Si quieren que eso siga, vótenme. El peronismo también debió evitar que le nacionalizasen la puja, para no pagar el costo de que su partido sea conducido por Cristina de Kirchner, que recorta y proyecta negatividad a la militancia, y más en CABA, capital del no peronismo . Lo ayuda que su lista logró aferrar la unidad de la mayoría de las tribus -mérito de Juan Manuel Olmos, que maneja todos los teclados, como el "Tano" Angelici-. La unidad le permite mantener el piso histórico de su fuerza (¿25%?). Como el peronismo es un jugador afónico en la política porteña, a su candidato Leandro Santoro, un radical revenido, le cuesta superar su mejor marca (32% en 2023). Contra ese enjambre el gobierno intenta imponer al vocero Adorni. Su rol de transmisor de pensamiento ajeno, como hombre de la radiofonía que es, es un ejemplo de la política-casting. Es punto, no banca, que pelea con competidores que son banca. Esta changa evoca a otros personajes títere que abundaron en gobiernos anteriores. Es un rol legítimo en una democracia, pero el público del distrito debió merecer un mejor tratamiento, con un candidato de alguna valencia propia. Lo beneficia que el público de la ciudad aprecia la gestión económica de Milei, aunque le disguste la exhibición de violencia verbal de la estudiantina que lo acompaña. Tampoco lo ayuda a Adorni que deba defender consignas viscosas de un gobierno que castiga a los jubilados (padrón importante en CABA) ni hacer campaña con medidas que facilitarán el gasto en billete dólar, cuando en realidad el ahorrista no los tiene para gastarlos sino para no gastarlos. Con tino, el gobierno suspendió el jueves los anuncios sobre facilitar que los dólares del colchón entren en el sistema "sin dar explicaciones”. En realidad, el gobierno debería dar explicaciones para que alguien se anime a gastar sus ahorros. En el contexto nacional esta elección significa una bisagra en la historia contemporánea del distrito. La ciudad de Buenos Aires dio un salto institucional en la reforma de la constitución de 1994. Con la autonomía y la posibilidad de elegir su gobierno por el voto popular la CABA dejó atrás la dependencia de la política nacional. Las novedades de esa reforma abrieron la posibilidad de construir poder en el área metropolitana. Hasta esa reforma la política porteña era vicaria de la política nacional, a diferencia del resto de las provincias. Desde entonces experimentó una revolución que cambió el eje político, hasta barrial, del distrito y se proyectó a lo nacional. Permitió que en los últimos 30 años dos jefes de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que no eran peronistas, le ganasen elecciones presidenciales al peronismo encabezado por dos gobernadores de la provincia de Buenos Aires, el distrito más grande del país, que habían sido vicepresidentes cuando el peronismo gobernaba el país: Fernando de la Rúa derrotó a Eduardo Duhalde y Mauricio Macri a Daniel Scioli. En estos 30 años el distrito CABA aportó otros dos presidentes, Alberto Fernández y Javier Milei. En 2025 la disputa porteña ha vuelto a nacionalizarse. Del resultado de una elección legislativa depende el destino de los jefazos del PRO, del mileísmo y aun del peronismo. También de sus agrupaciones. Una circunstancia que le dio a la ciudad el rango de vidriera nacional. Sin embargo, en lo institucional es un salto atrás en la historia de la autonomía política que había logrado con la reforma.
#23280663 Modificada: 17/05/2025 03:02 |
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