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04/05/2025 La Nación - Nota - Contratapa - Pag. 40
OPINION
La fiel infantería del periodismo
Jorge Fernández Díaz -LA NACION—
Esa cronista que está montando guardia desde hace tres horas frente a una puerta cerrada para conversar medio minuto en un pasillo con un alto funcionario de Balcarce 50; ese redactor laburante e infatigable que hace magia para utilizar las internas gubernamentales y conseguir que un burócrata político de tercer orden confiese la verdad sobre una negociación o un estado de ánimo; esa reportera a la que nadie le pide autógrafos por la calle y que intenta reconstruir los secretos de una semana crucial en un palacio donde todos están muertos de miedo y seguros de que los servicios tienen pinchados sus teléfonos; ese noble "enviado especial" o destacado al uso que lucha contra la "carne podrida" y los "globos de ensayo" en un reino de mutismos obligados, operaciones y camelos; ese investigador al que le bloquean todos los accesos y ante quien no se sienten en la obligación institucional de rendir cuentas, y aun así sigue adelante y logra rasgar un poco el velo de la impunidad. Esa es la fiel infantería del periodismo argentino, la que nos salva cada día de la negación o la ignorancia, nos cuenta por entregas la trastienda del relato oficial y nos provee de datos valiosos que nos permiten a los meros comentaristas de la actualidad conectar asuntos y sacar conclusiones siempre provisorias. ¿Es inmune al error esa noble infantería? Obviamente que no. Nadie lo es. No llega indefectiblemente a la verdad intramuros, sino a una aproximación más o menos ajustada de ella. Me refiero a la verdad que el poder siempre pretende ocultar de la opinión pública: sus pecados, enjuagues y torpezas; sus puestas en escena. Ninguno de esos honrados soldados rasos de la información es rico ni famoso: participa secundariamente de la radio o la televisión, y no forma parte de la primera línea del sistema de medios, que ante el ataque masivo más virulento que ha recibido este bendito oficio, y salvo honrosas excepciones que confirman la regla, ha decidido fingir demencia y seguir con el show oficialista y actuar a veces como esa víctima golpeada que j ustifica al golpeador. Si uno sigue con paciencia y detenimiento, si uno aprende a leer a aquellos verdaderos héroes periodísticos, a esa tropa sin énfasis ni glamour que está en el territorio cada semana, se entera de muchas cosas valiosas e inquietantes, y puede atar cabos: son nuestros ojos y nuestros oídos en la realidad cerrada a cal y canto del poder. Es por eso que ciertos amigos del Presidente piden desesperadamente que la gente no lea los diarios o los sitios serios de noticias. Jorge Milton Capitanich pedía lo mismo. Esta nueva ola desacreditadora de los "ingenieros del caos", que siguiendo conocidos manuales populistas eligen sectores para linchar, promueven la autocensura y desarrollan carnicerías en las redes, no debe sentimentalizarse puesto que es política basura en estado puro. Admito, sin embargo, que toda esta maldad insolente le duele a un veterano como yo, porque esta profesión ha sido durante cuarenta y cinco años su segunda familia, y porque la palabra periodismo ha tenido siempre el mismo encanto y nobleza que la palabra literatura. Uno de esos "ingenieros" -tal vez el más influyente de todos- explicó los otros días en X: "La filosofía de nuestro espacio es simple, inspirada en una verdad elemental de la naturaleza humana, encarnada en un prócer de la derecha nacional: ‘Si me tiran, tiro’. Téngase presente". No se trata, como se ve, de otra cosa que de responder posibles datos adversos o críticas con violencia verbal y disciplinadora. Para vivir en paz, hay que mirar para otro lado o acompañar con aquiescencia. Es muy gracioso que el León diga además que no le molesta la opinión, cuando tiene una notoria intolerancia estomacal a ser mínimamente objetado. No, amigos, no se trata de verdad o mentira, acierto o error. Para estos personajes, se trata de tirar y de que te tiren, como en una balacera. Y la gran pregunta no es cómo puede ser que Javier Milei incentive ostensible y repetidamente el odio contra la prensa, o que sus adlá- teres pidan cárcel para alguno de los trabajadores de la noticia, sino cómo han logrado estos reaccionarios de tablón que todo esto no se transforme en un escándalo de proporciones. Todos deberíamos reflexionar un poco más acerca de nuestra responsabilidad en este punto; también esos segmentos sociales que han hecho un pacto con el diablo. Por ejemplo, los que ovacionaron estos días al Presidente en un foro de empresarios y financistas mientras este vapuleaba desde el atril a "ñoños republicanos", "ensobrados" y "mandriles". Hoy el Nuevo Dueño de la Verdad -quien determina con arbitrariedad absoluta dónde están el bien y el mal, quiénes son probos y quiénes réprobos, qué es apócrifo y qué es genuino- solo ha concentrado su lluvia ácida en esos "mitó- manos" y "fabuladores" que narran sus peripecias, pero llegará el día en que otros blancos móviles serán igualmente elegidos. Ya conocemos lo que sucederá entonces, simplemente porque ya ha sucedido. Veremos a empresarios hostigados y temerosos de la industria o el campo tomando café con algún miembro de la fiel infantería y procurando que el periodista valiente cuente sin dar nombres lo que esos sujetos -hoy indolentes- no tienen los cojones de contar a cara descubierta. Será demasiado tarde. Los pactos fáusticos siempre se pagan. El populismo de derecha tiene similitudes con el populismo de izquierda: el culto a la personalidad, el divisionismo social, la necesidad de crear una narrativa y castigar a quienes la ponen en cuestión; también la generación de fanáticos ciegos. Cuando el emperador "marca" desde la cumbre a los enemigos de la patria o la libertad -elijan el significante vacío que quieran- cualquier infeliz inorgánico o lobo solitario puede sentirse impulsado a pasar a la acción directa. Es cuando los chistes tuiteros se manchan de sangre y cuando queda claro quién es el máximo responsable político de todo este drama. Ya ocurrió con un editor kirchnerista, que fue increpado y golpeado salvajemente hace una semana, horas después de que el primer mandatario dijera que los periodistas son mentirosos y se quejara de que la sociedad no los odia lo suficiente. Sus deseos son órdenes, César. Cuidado, porque se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las desatendidas.*
ES muy gracioso que el León diga que no le molesta la opinión, cuando tiene una notoria intolerancia estomacal a ser mínimamente objetado
El populismo de derecha tiene similitudes con el populismo de izquierda: el culto a la personalidad, el divisionismo social, la necesidad de crear una narrativa y castigar a quienes la ponen en cuestión; también la generación de fanáticos ciegos
#21946271 Modificada: 04/05/2025 04:33 |
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