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13/04/2025 Página 12 - Nota - El País - Pag. 12
Por vos y por nosotros, Hugo
Por Eduardo Aliverti
Ya estoy podrido de hacer necrológicas de gente querida. De que parezca que sólo se mueren los buenos. Perdón que comience así, personalizando. Pero no pude reprimir el sentimiento de decirlo. Ni pude ni quiero. Hugo Soriani fue mucho más que uno de los fundadores de este diario. Mucho más que una de sus almas. Fue el tipo que increíblemente pudo recuperarse del horror vivido en las cárceles de la peor de las dictaduras, ponerse al servicio de un proyecto emocionante, no dejarlo jamás pese a todas las dificultades y, de algún modo, entregarle la vida. No sé si "increíblemente" está bien dicho. Es también lo que me sale decir cuando, en realidad, tal vez o seguro fue esa la forma natural que encontró para superar lo atravesado en su plena juventud. Siempre me pregunté cómo carajo hizo Hugo para tener ese espíritu después de semejantes circunstancias. Siempre llamó la atención, quizás sobre todo, que pudiera tener ese humor particularmente brillante, tan al borde de lo negro y tan disfrutable, para referirse a sus experiencias carcelarias. Porque lo de la relación con su viejo, el capitán, se entendía mejor por lo entrañable. Igual, por la contraria, cuando se sacaba de las casillas diciendo las cosas cara a cara con una sinceridad virulenta, de la que cabe reconocerle su falta absoluta de doble discurso. Pero eso de la entereza formidable con que salió de prisión, uno nunca lo vio hasta tal extremo. Uno. No digo que no haya casos parecidos o idénticos. Digo, simplemente y nada menos, que en Hugo parecía simbolizarse el rango más alto, más conmovedor, de cómo recobrarse tras circunstancias atroces. Ernesto Tiffenberg relata ese entusiasmo de modo notable, en una de las columnas que lo pintan de cuerpo entero. Relataba esos episodios con una fluidez retórica admirable. Y supo trasladar esa forma de contar, ese carisma, a sus libros y artículos. Fue un cronista excepcional de la sencillez descriptiva. Los lectores de PáginaI12 lo saben o intuyen, pero remarcadamente deben ratificar que, en casi la gran mayoría de los títulos del diario, en el ingenio, en la causticidad, estaba la mano de Hugo. No en soledad, por cierto. Pero sí como aporte y decisión fundamentales. Era un atorrante porteñísimo, con cultura setentista bien de barrio. Nunca un vago. Laburante 24 x 7, se las arregló para comandar o colaborar en todos los cambios y tormentas políticas que debió capear el diario. Cabezón, sí, a veces hasta el límite de lo exasperante. Pero jamás, ni aun terminando a las puteadas como cuentan aquí otras almas de Página, quedaba la sensación del no retorno. Porque ganaba la discusión, porque aceptaba así fuere a regañadientes los argumentos contrarios o porque, como cuenta Nora Veiras, remataba con un "las/los quiero mucho". Una vez, en pandemia, ambos de vacaciones, a las 8 de la mañana de un domingo, estuvimos como dos horas hablando de asuntos del diario, del periodismo, de colegas, de corregir errores de redacción, de cuestiones técnicas, de movidas políticas que nos tocaban de cerca. Se me ocurrió decirle, medio en tono de disculpas aunque era obvio el goce mutuo con la charla, que acaso estábamos locos boludeando con esos temas en un día vacacional, a esa hora, con la familia durmiendo. Y me dijo "qué boludeando, somos felices así". Ya sé que es un lugar común, muchas veces berreta, hablar de que el muerto continúa vivo. Pero cabe tener la certeza de que la polenta de Hugo Soriani seguirá siendo omnipresente en la permanencia del diario. En la convicción de sacarlo adelante, contra viento y marea. En su homenaje, no podemos hacer otra cosa.
#20150108 Modificada: 13/04/2025 02:53 |
Superficie art�culo: 563.47 cm²
Cotización de la nota: $612.491
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