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30/03/2025 La Nación - Nota - Página dos - Pag. 2
El medio es el mensaje
De Neustadt y Grondona al Gato y Duggan
—por Pablo Sirvén
En una época era deporte nacional vilipendiarlos. Hoy se extraña a Bernardo Neustadt y a Mariano Grondona en Tiempo nuevo, el programa político televisivo al que se referenciaba hace medio siglo la clase dirigente de cualquier ideología. Y no porque fueran perfectos sino porque, parafraseando a Perón, que se lo aplicaba a él mismo, "los que vinieron después fueron peores". ¿Bajaban línea?: claro que sí, pero guardaban ciertas formas, especialmente a la hora de convocar invitados. Recibían a i ntegrantes de di stin- tas tendencias, no como ahora que las señales de noticias son monoco- lor porque solo van los que comulgan mejor con su línea editorial. Hay una lejana correspondencia con el fútbol local que hace añosjuega sin hinchada visitante. En ambos casos, queda expuesta la degradación de un país que va perdiendo cuotas importantes de tolerancia. En torno a la mesa de Tiempo nuevo, en cambio, podían producirse formidables debates. Allí confluían contrarios para exponer y escucharse, sin que todo abortara en meras chicanas e interrupciones. Aquella dupla hasta llegaba a inmolarse al convocar a personajes poco amistosos con ellos, como fue el caso de la célebre periodista italiana Oriana Fallaci, que les cantó las cuarenta. La árida chatura actual del género comenzó cuando tras el conflicto con el campo, en 2008, el cristinismo le declaró laguerra a TN y prohibió a sus dirigentes pisar sus estudios. Agravó sensiblemente la situación, un año más tarde, la aparición del militante 6,7,8. Desde la TV Pública, atronaba con una prédica hiperoficialista que, al mismo tiempo, denostaba a la oposición y al periodismo crítico. Allí solo se atrevían a ir los propios. Por eso fue todo un acontecimiento cuando Beatriz Sarlo aceptó ir a ese programa tan hostil hacia quienes no profesaran el catecismo K. La parada de carro a uno de los panelistas -"Conmigo no, Barone"- quedó grabada para siempre. Cuando C5N todavía era propiedad de Daniel Hadad, ya se lo empezó a rotular como "Cristina 5 Néstor", por su oficialismo nacional light, cuya peculiaridad consistía en hacerlo convivir con el mismo trato amistoso hacia los gobiernos porteño y bonaerense, entonces en manos de Mauricio Macri y de Daniel Scioli, respectivamente. Así se podía facturar la pauta oficial de los tres distritos sin conflicto. Pero a Cristina Kirchner esa redituable modalidad la fastidiaba y forzó, en 2012, la venta a Cristóbal López, tras feos aprietes. Con su socio Fabián de Sousa transformó esa señal en un excluyente panfleto híper-K, con vi- deographs flamígeros. El fenómeno se extendió a otras emisoras de TV y, especialmente, de radio. Pero con el tiempo generó su réplica ideológica, primero en TN y después en LN+. Las redes sociales, fogoneando todo el tiempo de un lado y del otro de la grieta, acentuaron el mecanismo ya de por sí subrayado por la segmentación de invitados, según sus inclinaciones políticas. No hay contraste de ideas y la continua repetición de los mismos nombres vuelve monótonos, previsibles y retóricos algunos de estos envíos. La atildada manera de comportarse en el aire de Neustadt y Gron- dona estaba lejos de la ofuscación y del orador de barricada que hoy se observa en ciertos editorialistas televisivos. Eran más sutiles, aunque sin renunciar a sus cargadas entrelíneas que dejaban entrever de qué lado estaban. No obstante, Neustadt fue el primero en pegarse de manera muy ostensible a un presidente (Carlos Menem). Llegó al extremo de que, en 1993, cuando el periodista debió ser intervenido quirúrgicamente, el entonces presidente de la Nación hizo algo insólito: condujo Tiempo nuevo. Ya hacía cuatro años que Mariano Grondona, ante la simbiosis de su compañero con Menem, había abandonado ese ciclo para i niciar solo su propia aventura televisiva: Hora clave, con una postura editorial más distante del poder de turno. Ahora, con la inesperada candidatura a legislador porteño de Juan Manuel Abal Medina, por el Movimiento Evita, se constata un nuevo agravamiento en la degradación del periodismo televisivo: inmiscuirse groseramente en una interna partidaria. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, el Gato Sylvestre y Pablo Duggan, dos periodistas que, conversión mediante, cruzaron de la vereda anti-K a la ultra-K, siguiendo los pioneros pasos en esa materia del relator de fútbol charrúa Víctor Hugo Morales, salieron a fustigar al unísono al vicepresidente cuarto del PJ Capital. "Abal Medina quiere dividir votos. Va a hacer la gran Florencio Randazzo yva a quedar como el gran traidor de la ciudad", lo fulminó el conductor de Minuto Uno, que pone el pecho para que nadie le haga sombra a Leandro Santoro. La palabra "traidor" la usaba mucho en los años setenta El caudillo, un pasquín violento que señalaba a personas que solían terminar acribilladas por la Triple A. Otro fenómeno novedoso e interesante que se viene dando en los últimos tiempos es que entusiastas mediáticos de la corriente Nac&Pop, como Pedro Rosemblat, Guillermo Aquino, Tomás Rebord y hasta Julia Mengolini, sin renunciar a sus obvios embanderamientos, desde sus propios espacios en streaming, a veces logran conversaciones políticas con matices y profundidades cada vez más infrecuentes en las agrietadas señales de noticias. Es que ganadas por su ansiedad de ra- ting y disciplinamiento editorial, se exponen a diálogos más efectistas y anodinos.*
#18875963 Modificada: 30/03/2025 03:57 |
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