16/02/2025 Clarín - Nota - Opinión - Pag. 33

TRIBUNA
Prepararse para un escenario internacional todavía más complejo
Roberto García Moritán

A un mes de haber asumido Donald Trump, el slogan Make America Great Again ha dominado los primeros pasos de política exterior, acentuando el giro diplomático introspectivo de su primer mandato.
El énfasis de esa orientación podría interpretarse como un reconocimiento a que la excesiva expansión del poder de Estados Unidos por el mundo estaría actuando como un talón de Aquiles que obliga a recalibrar la política económica para encarar con mayor eficacia la rivalidad que plantea el ascenso de China a la grilla del poder global. Jeffrey Sachs ha afirmado que esa competencia tiene que ver más con el crecimiento económico y la expansión tecnológica que con la ideología.
En ese orden, la Casa Blanca parece seguir las observaciones del profesor británico de la Universidad Yale, Paul Kennedy, ("The Rise and Fall of the Great Powers", 1987) en el sentido que el overstrecht imperial suele acarrear riesgos de colapso al desviar fondos productivos al complejo militar, como le ocurrió a la Unión Soviética en la era Reagan.
Sobre esa base recomendaba reducir el desgaste de potencia global incrementando aranceles para reafirmar la autosuficiencia económica, potenciar capacidades industriales y limitar el gasto del paraguas de defensa y seguridad en el extranjero.
La implementación de esa visión supone momentos de desorientación diplomática bilateral y de tensión con las normas multilaterales que pudieran afectar el propósito de reacomodar la fortaleza económica, como serían las reglas del sistema de comercio de la Organización Mundial de Comercio (OMC) o las consecuencias para la economía estadounidense del Acuerdo de París sobre Cambio Climático al proponer descarbonizar o reemplazar los combustibles fósiles. Asimismo, trasluce que las premisas sobre las cuales se basaba el orden liberal internacional que Estados Unidos imprimió tras la Segunda Guerra Mundial se encuentran en revisión ante las nuevas prioridades geopolíticas.
En este contexto, la estrategia diplomática de la Administración Trump parece encaminarse a obtener concesiones y recursos geoestratégicos de terceros países independientemente de la ideología, alianzas, amistad y globalismo.
En ese plano, el concepto de estabilidad internacional se concentra en crear condiciones en el mundo que apuntalen la economía de Estados Unidos y a limitar las aspiraciones de poder de China, en particular en el campo de las tecnologías digitales y desarrollos afines. Iniciativas diplomáticas como las referidas a Ucrania, por ejemplo, parecen más una estrategia para a acercar Moscú a Washington y debilitar el nexo con Beijing que a defender la integridad territorial de Ucrania.
En un sistema multilateral de instituciones débiles habrá que ver cómo evoluciona el escenario internacional ante el aislamiento autoinfligido de Washington y la capacidad cada vez más asertiva de Beijing. También con Rusia y la Unión Europea reclamando participación por encima del peso específico que refleja la realidad geopolítica e India asomando en el horizonte como potencia global. Estas circunstancias plantean un período de incertidumbres de envergadura que requerirá para los países emergentes en particular para América Latina, de gran destreza diplomática


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